Sunday, December 7, 2014

¿Qué es el tiempo?

¿Qué es el tiempo? Las preguntas sobre el tiempo han sido desarrolladas por filósofos, científicos, poetas, y hay muchas teorías que sirven para pensar las realidades y ficciones del tiempo. En el contexto de las ciencias físicas y de las teorías de la relatividad, el tiempo es algo que puede dilatarse; es decir, que es susceptible de expansión o contracción. La duración en la relatividad física es mayor o menor en función de la velocidad a la que se mueva un objeto en relación con otro.

Por ejemplo, si dos cronómetros idénticos fuesen iniciados de manera simultánea pero uno se quedara en la Tierra y el otro viajara en una nave interestelar a una grandísima velocidad entonces el tiempo marcado por cada cronómetro sería distinto al regresar dicha nave a la Tierra y comparar esos cronómetros. El cronómetro que se quedó en la Tierra habría marcado más tiempo. La razón radica en el diseño de lo que entendemos como «cronómetro» y, en general, en nuestros supuestos para la medición del tiempo local.

La experiencia de un minuto trascurrido sería la misma para quien observa cada cronómetro de manera local; es decir, la experiencia de percibir un minuto para el piloto de la nave no sería diferente a la misma experiencia de quien observa el otro cronómetro en la Tierra. La diferencia sería evidente sólo al comparar la duración relativa entre ambos cronómetros.

Cada cronómetro está diseñado para medir una tasa de cambio periódico, como si fuese un contador de oscilaciones o ciclos que ocurren con una frecuencia regular. La raíz de la diferencia está en que el ciclo del cronómetro que viaja a una grandísima velocidad es más prolongado que el ciclo del cronómetro en la Tierra. Esa velocidad produce una expansión o dilatación sobre la tasa de cambio en que está basado el conteo del cronómetro a bordo de la nave. En otras palabras, cada minuto en la nave a esa velocidad sería un minuto extendido o dilatado en comparación con el mismo minuto en la Tierra.

El cronómetro a bordo de la nave podría ser uno mecánico basado en oscilaciones de un péndulo o podría ser un cronómetro electrónico-digital basado en oscilaciones del cristal de cuarzo, en cualquier caso la diferencia estaría en que la oscilación del péndulo o del cristal de cuarzo se expande o se dilata por causa de la grandísima velocidad a la que viaja el cronómetro. Para entender tal expansión o dilatación se puede visualizar esa oscilación como el vaivén de una pelota que pasan entre sí dos personas frente a frente a corta distancia a bordo de un tren en movimiento mientras un observador inmóvil afuera del tren toma nota de la trayectoria de la pelota en el espacio. Desde la perspectiva del observador inmóvil, la pelota recorre una trayectoria más prolongada en comparación con la trayectoria que recorrería el mismo vaivén entre dos personas afuera del tren y a lado del observador inmóvil. Desde la perspectiva de las personas, la trayectoria de la pelota en el espacio al pasar de una persona a otra se percibiría como la misma trayectoria sin importar que el tren esté en movimiento o no; es decir, la trayectoria es la misma para un observador a bordo del tren, pero para un observador inmóvil, afuera del contexto local de la pelota, la trayectoria resulta distinta, más prolongada.

Efectivamente, la dilatación del tiempo es relativa a la cantidad de espacio recorrido en cada instante; es decir, es relativa a la velocidad. Pero la dilatación es notable sólo al comparar el tiempo entre objetos en movimiento con una grandísima diferencia en velocidad.

Gravitación

En el contexto de las ciencias físicas y de las teorías de la relatividad, si la gravitación es una fuerza entonces definitivamente no es una fuerza de “atracción” sino un efecto de la curvatura del espacio; es decir, parece haber una confusión al pensar la gravitación como si los cuerpos se “atrajeran” entre sí. La fuerza que experimentamos hacia el centro del planeta no es de “atracción” sino simplemente es el efecto de “caer” hacia el centro de la enorme masa sobre la que habitamos. La masa del planeta “dobla” o “curva” el espacio circundante y nuestra propia masa resulta insignificante para contrarrestar el efecto de estar en ese espacio curvado, esa es una razón por la cual los objetos caen hacia el centro del planeta. La Luna no colisiona con la Tierra pues posee una masa tal que curva su propio espacio circundante de tal manera que le permite contrarrestar la curvatura producida por la Tierra y la suma neta de tales curvaturas es la órbita lunar.

En otras palabras, la fuerza de gravedad no es una fuerza de electromagnetismo. En gravitación no hay “atracción” ni “repulsión” sino desplazamientos debidos a la interacción de espacios curvados por diferencias en cantidad de masa.

Por supuesto, bien puede ser el caso de que el confundido sea otro (yo) y no la tan aceptada opinión popular.

Sunday, November 9, 2014

¿Revolución?

¿Revolución?, ¿de qué tipo? Sí, revolución social es lo pertinente, pues aún no ha ocurrido una revolución social en este país, pero no una revolución violenta, enajenante, sino una revolución en la escala social más básica: el individuo. Una revolución de tipo intelectual, del tipo de revolución que puede moverme un paso o dos hacia afuera del analfabetismo político y socioeconómico; es decir, una revolución cultural —o, debo insistir, una revolución del autocultivo y de la retrodidáctica.

Por analogía, si la apicultura es el arte y la ciencia de cultivar abejas, entonces necesitamos mejorar el arte y la ciencia de cultivarse a uno mismo. Es imperativo que la abejita trabajadora que soy cobre, poco a poco, más conciencia del cultivo del que ha sido objeto. No hay conspiración alguna, repito, yo no sé de ninguna conspiración perversa en contra mía. Lo que sí hay son los procesos normales de cómo funciona la cultura. Mi mentalidad, mi talante cultural actual, son resultados de esos procesos. Lo que propongo es que para mejorar la capacidad personal para participar de esa pertinente revolución es necesario que la persona tome más conciencia de esos procesos y de lo que han hecho de ella.

Si los problemas y las insuficiencias en la sociedad siempre fuesen por completo explicadas al apuntar las deficiencias en los otros y no en uno mismo, entonces el individuo nunca tendría razón alguna para considerar que quizá su participación en los problemas es mucho más que una participación indirecta, o incluso para considerase como parte de la causa raíz de tales problemas. Un ejercicio histórico incluye identificar cómo otros han superado sus deficiencias, y eso puede servir para aplicar patrones similares a las deficiencias del presente. Si el individuo carece del hábito de ese ejercicio histórico, de esa perenne investigación, entonces se podría explicar por qué permanece inconsciente de su nivel de participación en los dolores sociales a su alrededor.

La investigación de los problemas que nos aquejan suele ser parte del inicio de su solución. Las posibles soluciones no pueden siquiera iniciar su gestación histórica sin primero reconocer cuál es el problema, o si acaso existe un problema. Un análisis de nuestras propias opiniones incluye identificar sus deficiencias y cómo llegaron ahí en primer lugar; es decir, incluye revisar el recorrido histórico personal con un escrutinio sistemático que las explique no como infortunios circunstanciales sino como parte de un diseño cultural explícito. En otras palabras, algunas de nuestras deficiencias pueden ser deficiencias del ambiente cultural en el que hemos estado inmersos y para reconocerlas con claridad será necesario aprender a desencajarse de ese ambiente y aprender a analizar procesos culturales con mayor amplitud. Si un individuo quiere participar de la gestación de soluciones a los problemas de la sociedad, entonces puede considerar el hábito de la investigación histórica como un ejercicio de introspección.

Por supuesto, semejante proposición implica una especial dedicación a la capacidad personal de dar cuentas del estado de la sociedad de la cual uno es parte. Sin esa estima entonces se pueden explicar algunas reacciones típicas en esta nuestra «sociedad del espectáculo» ante mi proposición: “…eso está muy bien pero desgraciadamente no es práctico y resulta irrealizable dadas las presentes condiciones pues no podemos poner a todos a estudiar historia.” Reacciones como esa, desde un paternalismo ramplón, ponen a la desgracia como la raíz del asunto, como la excusa principal, por la cual el cambio, o el inicio del cambio, no es realizable. No dudo que haya desgracias que impidan exigir el cambio en algunos casos, pero cuando esas displicentes reacciones provienen de personas con los recursos necesarios y que están lejos de ser casos desgraciados entonces esas reacciones tan sólo son parte del problema y no de posibles soluciones.

¿Cómo interpretar esta atroz realidad nacional sin tropezar con las mismas piedras del pasado? No lo sé. Quizá el tropiezo sea más propicio que la indiferencia, por lo que intentar esa revolución cultural personal es el paso que intento dar.

Saturday, October 25, 2014

Mentalidad

Por fortuna se da el caso de personas que para cuando alcanzan la edad adulta el adoctrinamiento escolar, religioso, socioeconómico o político aún no ha endurecido por completo su mentalidad, ni la ha tornado del todo rígida, inflexible e incapaz de pensamiento libre y crítico. Tales personas incluso pueden ejercer la reflexión filosófica, o al menos pueden entender qué es. Por fortuna, su carácter no está definido por aquella reacción de sentirse inmediatamente ofendidas si alguien se atreve a cuestionar sus opiniones o a estar en desacuerdo con ellas, como si expresar una opinión distinta a la suya fuese la peor de las groserías. Por fortuna es aún posible encontrar personas que no defienden opiniones con el absurdo pretexto de que son “suyas”, sino que están dispuestas a evaluarlas.

Aspiro algún día llegar a ser parte de esos casos afortunados.

Tuesday, October 14, 2014

Los valores

Llegó a mi atención un artículo intitulado: “Economía perversa, sin valores.

¿Sin valores? ¿Cómo podría ocurrir una economía sin valores?, ¿o una vida humana sin valores? Aún no he visto eso. Quizá el asunto es que quien acusa no ejerce el mismo sistema de valores que otra persona o grupo social, pero de que esa otra persona o sociedad ejerce algún sistema de valores es algo innegable. Podrán no ser los valores que al autor del artículo le cuadran, pero no por eso dejan de ser valores de algún tipo.

El tema me recuerda otra frasecita ingenua: “¡Aquí formamos en valores!” —No me cabe duda de eso, pero no podría ser de otra manera pues incluso para levantarse de la cama cada día se necesita ejercer algún sistema de valores. La misma frasecita implica un sistema de valores, uno donde la axiología no parece tener otro lugar que la inopia.

Si el relativismo cultural es falso o ilusorio entonces no todos los sistemas de valores son iguales ni todos tienen finalidades similares, sino que se hace ineludible la evaluación de cada teoría axiológica por su aportación a una posible objetividad —entendida como intersubjetividad— de lo valioso. Una objetividad donde las descuidadas nociones implícitas en “mis valores son mejores que los tuyos” resulten inválidas.

Por otro lado, si el relativismo cultural es real entonces lo será no como posición definitiva y acabada, sino como postura crítica ante los atropellos de lo que mañosamente se encubre detrás de discursos demagógicos rebosados de palabras como “libertad”, “democracia”, “paz”, “verdad” y que, en los hechos, sólo busca avanzar agendas de intereses privados.

Sunday, October 12, 2014

¿A inicios o a finales de la empresa científica?

Recién en una breve opinadera (que no debate) sobre los alcances de la ciencia para comprender el mundo se mencionaron dos nociones que llamaron mi atención.

Los siguientes dos enunciados en particular llamaron mi atención pues no concuerdan con muchas epistemologías actuales; es decir, esos enunciados no están dentro del mínimo común denominador de las corrientes epistemológicas contemporáneas, sino sólo dentro de un pequeño grupo de epistemologías que yo llamo «escolares».

(1) “Todo se basa en la observación del comportamiento del universo.”

Asumo que aquí no hay referencia al realismo ingenuo sino a la experimentación como base de evaluación de las teorías científicas; aun así, la ciencia no sólo es empirismo, sin ejercicio teórico (racionalismo) la ciencia no puede tampoco lograr sus cometidos. En otras palabras, la observación no es suficiente y mucho menos es el “punto de partida” de “el método científico”. Un breve párrafo al respecto: Scientific approach, Philosophy of Science by Mario Bunge.

 

(2) “…el máximo porcentaje de certeza al que puede aspirar la Ciencia es el 99.9%...”

¿Se puede saber cómo fue calculado ese porcentaje? ¿99.9% de qué? ¿No es acaso precisamente ahí donde está la desproporcionada pretensión que muchos denuncian como el dogmatismo de ciertas comunidades “científicas” por intentar apropiarse casi de la totalidad de lo cognoscible? A este tipo de epistemología la llamo «escolar» pues puede tomarse como el juego que algunos adultos hacen con infantes: les relatan algo incompleto o distorsionado para proveerles una oportunidad para descubrir por sí mismos la realidad del asunto. También la llamo «escolar» pues esa noción de que lo “científico” casi (99.9%) tiene todas las respuestas corresponde a inicios del siglo pasado, y lo impartido en las escuelas suele estar atrasado como un siglo más o menos. ¿No acaso precisamente eso es lo que decían algunos científicos de hace un siglo, i.e., Phillip von Jolly o Lord Kelvin, en los albores del siglo XX, que la ciencia había ya descubierto casi la totalidad de lo que es posible saber? Me pregunto cuánto habrían cambiado ellos su opinión si hubiesen tenido oportunidad de constatar lo ocurrido con la física cuántica y el horizonte de incertidumbre que plantea, o con la cosmología contemporánea que propone a la suma de materia y energía, compuesta de los átomos hasta ahora conocidos, en un dramático 4 o 5% dados los espacios intergalácticos.

¿No acaso la totalidad de la historia de la empresa científica apenas representa unos cuantos pasos de bebé, y la mayor parte de su cometido está aún por realizarse? Por lo que una pregunta pertinente para nosotros, personas comunes y corrientes, es: si no es hoy ¿cuándo será el momento oportuno para indagar la profundidad y la amplitud de nuestro analfabetismo científico-filosófico?

La última sesión de Freud

Una obra de teatro contiene personajes y escenas que resultan propicias para el espectador; en general es lo que ocurre con el contenido de las Bellas Artes. De eso propicio va mi nota «El arte como molde», sobre la expresión artística como un molde básico, como una estructura propuesta por el autor para que el espectador complete los espacios pertinentes con su propia vivencia personal.

El caso de la obra «La última sesión de Freud», en el Teatro Helénico, no fue distinto pues ocurren diálogos, tanto por Freud como por Lewis, que resultan muy propicios para mí, para diferentes etapas y perspectivas personales.

Por ejemplo, en uno de los momentos más crispados de la conversación, en respuesta a la explicación de C.S. Lewis sobre su firme creencia en un ser superior, Freud grita exasperado:

“Sólo tengo una cosa por decirle profesor: ¡Madure!”

Saturday, September 27, 2014

¿Cuál trampa?

Según Bernard Mandeville, en «La fábula de las abejas», el control del humano por el mismo humano requiere una especie de ‘trampa astuta’ por la cual una sociedad pueda sobrevivir y no extinguirse por causa de una barbarie totalizada. La trampa hace creer por igual al amo y al esclavo que su vida es en realidad muy distinta a la del otro, y que la cadena jerárquica de vasallaje no condiciona a ambos por igual. Mandeville se pregunta por algún tipo de trampa política en la que el prisionero quede seducido y participe sin saberlo como cómplice de su propio encarcelamiento.

El tipo de artimaña requerida ha sido ilustrada por un ejercicio teórico conocido como ‘la trampa para monos’: una calabaza agujereada con un fruto en su interior. El mono puede meter la mano abierta pero no puede sacar el puño cerrado con el fruto. Entonces el dilema es recuperar la libertad y renunciar al fruto, o retener el fruto a costa de su libertad, a pesar de no poder comerlo.

La trampa funciona mejor en la medida en que el fruto sea un bien imaginario o una ficción social, lo cual seduzca a tal grado que impida la percepción del disimulo en que se ha caído.

Por supuesto, la estratagema ocurriría en una amplia variedad de ámbitos dentro de nuestra sociedad tan profundamente condicionada por la inconciencia, donde la reflexión crítica no es ni lo popular ni lo glamoroso; donde la corriente sociocultural impone al individuo verse en sus mercancías: soy mi celular, soy mi automóvil, …soy mis adquisiciones.

La trampa es tal en la medida en que el individuo no cultive sus facultades básicas, como su destreza para pensar de manera crítica, para corroborar antes de saltar a conclusiones, para cavilar de manera pausada e iconoclasta, para dudar con tino. Es decir, la trampa no es una narcisista idea de conspiración de “ellos” contra “nosotros”, en la que “nosotros” nos asumimos tan importantes como para estar presentes en la mente de “ellos”, sino un efecto de nuestras propias insuficiencias.

En la sociedad en general no hay una trampa puesta por alguien para que nosotros caigamos en ella. No hay conspiración sino la que podemos constatar*. La trampa es nuestro propio nivel de inconciencia, de descuido, de ausencia de estudio y falta de dedicación al cultivo de nuestra propia humanidad.

*Algunas notas sobre conspiro-paranoia:

Una conspiración palpable.

Una conspiración palpable — Algunas aclaraciones.

Una conspiración palpable — Más aclaraciones.

Tuesday, September 16, 2014

Descifrar código

¿Por qué un programador de computadoras podría estar interesado en algo como la crítica textual [ Crítica Textual ] de manuscritos antiguos del Nuevo Testamento? ¿Qué de común podrían tener estos campos en apariencia tan distintos?

Por supuesto, hay toda una vida de antecedentes y de trasfondo para tal coyuntura, y las razones principales para cada interés ni siquiera guardan algo en común. Pero, a decir de lo que muestro en la imagen, sí puedo identificar razones secundarias que sugieren un deseo por descifrar símbolos y encontrar su lógica subyacente.

 

Sunday, August 24, 2014

¿Qué tipo de cambio sería relevante?

 

¿Podríamos resumir el consabido cambio en lograr cambiar de opinión sobre un tema de mucha importancia personal? Es decir, el tipo de cambio que resultaría relevante no es de algún tema trivial sino de un tema personal ultrasensible, un tema central en la manera personal para interpretar la realidad; ya sea la realidad socioeconómica, política, sexual, religiosa, etc.

Por ejemplo, lograr cambiarse la opinión de que es imposible e impensable reemplazar al actual sistema monetario mundial por otro menos amañado sería lograrse un cambio personal relevante. Otro ejemplo, lograr cambiarse la opinión de que es bueno imponer una ideología religiosa a los niños, y que hacer eso es distinto a someterlos a la ablación del clítoris, es lograr un cambio personal notable.

Hay muchos otros ejemplos de cambios de opinión que serían valiosos en el mundo hoy, pero requieren mucho, muchísimo, esfuerzo; mucha reflexión, mucha indagación y estudio científico-filosófico, muchos cuestionamientos, mucha autocrítica. Por lo cual los cambios que realmente importan no son populares, es más fácil creer que la solución y los cambios relevantes están afuera de uno y los realizará alguien más, quizá los así llamados “líderes” que gustan de dictar a los demás lo que tienen que pensar, creer, hacer y repetir.

Sunday, July 6, 2014

Una conspiración palpable — Más aclaraciones

Por fortuna, mi nota «Una conspiración palpable» ha provocado algunas discusiones que para mí han resultado enriquecedoras. En específico, para poder participar de una manera más autocrítica en esas discusiones he revisado varias partes de las siguientes obras de Adam Smith: «Una investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones» y «La teoría de los sentimientos morales», y de Max Weber: «La ética protestante y el espíritu del capitalismo» y «Economía y sociedad».

Comprendo cómo la palabra “conspiración” suele aludir a algo que ocurre en la sociedad alrededor de un individuo, pero mi nota original no busca explicaciones en procesos de la sociedad sino en procesos del individuo; de ahí que han sido necesarias más aclaraciones. Los comentarios a mi nota original parecen insistir en que discuto temas sociológicos, y para entender tales comentarios y responder con propiedad ha sido necesario remitirme a las obras ya mencionadas.

Uno, en particular, de los comentaristas insistía en que los cambios o mejoras en la sociedad no provienen de unos cuantos poderosos sino del pueblo, de los acuerdos pactados por el pueblo producto de su pensamiento y de su libre conducta. No dudo que el humano en masa ha participado en diversos episodios de cambio histórico, pero asignarle el protagonismo intelectual y el pleno uso de su libertad tal vez es algo exagerado.

Resulta muy controversial afirmar que los cambios en la sociedad provienen del pensamiento y la libre conducta del humano en masa, tanto como afirmar que los cambios provienen sólo de los poderosos. Ambas afirmaciones son igualmente revisables según el caso.

Yo no sostengo ninguna de las dos afirmaciones pues no me ocupo de eso: lo que intento indagar en mi nota, dadas mis aclaraciones, es en qué medida uno mismo es quien “conspira” en contra propia; es decir, no es una indagación sociopolítica-económica, sino de carácter cognitivo, epistemológico y psicológico. Elegí la palabra ‘conspiración’ pues una escasa autoconciencia implica que algo ocurre a espaldas de uno y ocurre en detrimento propio en tanto la trama de nuestra meta-ignorancia no se esclarezca.

Por ejemplo, el caso de un inversionista que sea fiel practicante del capitalismo salvaje, con un enfoque casi exclusivo en el crecimiento financiero sin límites, podría ser tan sólo resultado de un proceso de condicionamiento en su cultura local, un proceso que lo ha dejado literalmente sin alternativas reales al no tener conciencia de cómo funciona el cultivo humano en general. Mi punto es que en general no habría “conspiración” externa, sino interna; es decir, debida a la insuficiencia personal para examinar las opiniones propias, una “auto-conspiración” que ocurre al asumir acríticamente que la interpretación local imperante de obras como «Una investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones» o «La teoría de los sentimientos morales» es “la mejor” interpretación.

Al considerar todos los recursos que tendría tal inversionista, como la salud, la inteligencia, el dinero, el tiempo, etc., se puede ver que no tiene justificación para permanecer en un miserable analfabetismo científico-filosófico que lo mantiene sometido, dócil y obediente a su propia ignorancia.

Lo mismo aplica para otras áreas de la vida, ya sea en política, religión, historia o ciencias: en resumen, al no saber que se ignora, al desconocer que se sabe muy poco sobre la ignorancia propia, se incurre en una “auto-conspiración”.

Saturday, June 28, 2014

Desarrollar libertad

En ocasiones (ver La granja de la cultura), he usado la analogía de la domesticación de otras especies para referirme a lo que representa la cultura humana como actividad de crianza para encauzar a las nuevas generaciones y repetir en el tiempo los diferentes modos de cultivo de humanos. Somos, en parte, productos de un tipo de cultivo el cual ocurrió sin que nos preguntaran. Tomar conciencia de la lógica detrás de ese cultivo particular sería un primer paso para entender que tenemos opciones distintas y que ahora, como adultos con conciencia autocrítica, pudiéramos elegir distinto y entonces proceder con un auto-cultivo más coherente con ese tipo de conciencia.

Por ejemplo, mi caso es el de una crianza religiosa cristiana con énfasis en el fervor y en la devoción al estudio bíblico, incluidos algunos de los dogmas comunes entre los cristianismos existentes. La lógica de mi cultivo particular incluyó varios rasgos históricos del cristianismo; como la adicción por las convicciones teológicas, la certeza de poseer la verdad, el temor a lo diferente, y la disimulada xenofobia detrás del espíritu misionero mesiánico. Claro, vengo a reconocer esos rasgos después de algunos años de estudiar la historia de algunos cristianismos y de reflexionar sobre el tipo de cultivo de humanos que promueven no pocas tradiciones cristianas. A la fecha conservo algunos aspectos edificantes de ese cristianismo, pero hace ya varios años que abandoné por completo toda forma de cristianismo institucionalizado pues sus sistemas morales son incoherentes con el tipo de ética que ahora intento desarrollar por medio del auto-cultivo: una ética que no requiera pretensiones exageradas y presuntuosas de conocimiento sobre un supuesto mundo sobrenatural.

Es decir, pienso que si una persona desarrolla la autocrítica entonces sería capaz de comprobar que muchas de sus opiniones son copiadas de la cultura local y que no debe defender tales opiniones sino evaluarlas. Así podría elegir opiniones distintas, unas provenientes no de copiar a la cultura local sino de formar conocimientos.

Esto es parte del material de un proyecto de retro-didáctica y neo-Ilustración, el cual pienso es un pequeño ingrediente en la indagación de la pregunta: ¿cómo podría hoy un individuo desarrollar una mayor libertad?

Una conspiración palpable — Algunas aclaraciones

Me parece pertinente mencionar las siguientes aclaraciones respecto a mi nota: Una conspiración palpable.

 

Primera aclaración: yo no sé si hay o no hay algo o alguien que conspire en contra de uno o en contra de algún sector de la sociedad para que ese sector permanezca dócil y obediente.

En mi nota aludo a que tenemos amos, dueños, propietarios y potestades a las que obedecemos con docilidad, pero no dije qué o quiénes son esas potestades pues es precisamente lo que pregunto en mi nota. En el penúltimo párrafo sugiero posibles nombres ante esa pregunta.

Reconozco que mi nota es oscura en cuanto a qué o quiénes son esos amos, dueños, propietarios y potestades de los que hablo. La razón de esa oscuridad es simple: yo no sé qué o quiénes son; casi al final tan sólo arriesgo posibles nombres para esos amos, dueños, propietarios y potestades. El título de mi nota se refiere a que si hubiese una conspiro-paranoia no sería una que algo o alguien lleve a cabo en nuestra contra sino una tan patente como nuestras propias insuficiencias.

 

Segunda aclaración: no digo que haya un vacío total ante los problemas relacionados con la ignorancia, el miedo y la pereza mental. Tampoco digo que los sistemas educativos sean perversos desde su intención o que conspiren en contra de alguien.

Como dije al final de mi nota, por fortuna sí hay quienes buscan ser cada vez más conscientes de la ignorancia propia, pero no son aún los suficientes en número para darle la vuelta a la situación. Ese hábito de autoconsciencia necesita ser mucho más común en nuestras sociedades. Por otro lado, desconozco si un gobierno o alguna organización conspiren en contra de alguien; en ese respecto, en marzo pasado reflexioné un poco sobre la conspiro-paranoia: (1) Conspiro-paranoia, y (2) Conspiro-paranoia – Parte II.

Hasta donde he visto, algunas autoridades educativas podrán tener buenas intenciones y buscan mejorar la educación escolarizada; por ejemplo, promueven un modelo llamado por ‘competencias’. Sin embargo, no pocos críticos de ese modelo por ‘competencias’ denuncian que en los hechos se trata de perpetuar a Latinoamérica como una fuente de mano de obra barata, dócil y sumisa para abastecer las demandas del geo-bloque noroccidental. En qué medida esto es así es algo que me interesa seguir investigando.

Una conspiración palpable

Actualización: Ver nota con aclaraciones: Una conspiración palpable — Algunas aclaraciones

 

¿Cómo ocurrió esa domesticación para llegar a ser los ciudadanos tan mansos, dóciles y sumisos que somos? Podemos encontrar entre nosotros desde presidentes y jefes de Estado, artistas, escritores y académicos, así como gerentes y directivos en empresas y corporaciones, hasta no pocos en la población en general, que permanecemos obedientes para cumplir la voluntad de quienes mandan. Somos muy diestros para permanecer atados a los términos impuestos por esas potestades y que aceptamos sin chistar bajo el supuesto de que “así es el mundo real”. Somos los mejores esclavos al concluir de manera desatinada que de hecho somos libres. ¿Qué saben de ese supuesto “mundo real” nuestros dueños como para exigir tal nivel de obediencia, sumisión, docilidad y genuflexión? ¿No acaso permanecen abiertas y sin respuesta definitiva aquellas cuestiones sobre cómo vivir en sociedad y sobre cómo interpretar una realidad tan múltiple y compleja como esta en la que vivimos?, ¿por qué entonces presumir respuestas que no son o que ya caducaron?

En economía, nuestros amos decretan que todo gira alrededor del dinero y que algunos pillos en posiciones jerárquicas son quienes deben decidir sobre la economía de países enteros.

En política, nuestros dueños dictan acatar las decantadas legislaciones de un puñado de sinvergüenzas que resultan ser analfabetas funcionales en no pocos casos.

En religión, nuestros propietarios imponen la veneración a insulsas nociones que benefician en primer lugar a instituciones corporativas de corte jerárquico.

En ciencia, el imparable poder de nuestros mandos nos obliga a aceptar un pueril ‘método científico’ como un proceso lineal que inicia con la observación y termina con la producción de conocimiento manufacturado.

¿Quiénes son esos mandos que nos someten y dictan con tanta tiranía, quiénes son nuestros dueños, a quiénes rendimos tanta obediencia y sumisión? ¿Acaso sus nombres son meta-ignorancia, miedo y pereza mental?

Por fortuna hay quienes buscan tomar cada vez mayor conciencia de su esclavitud autoimpuesta por esas tiránicas potestades. Por fortuna hay personas, como algunos filósofos, que practican la autocrítica. Por fortuna podemos aprender algo de ellos.

Sunday, June 22, 2014

Index Librorum Prohibitorum

Sí, ya voy entendiendo porqué, en algunos episodios históricos, hubo que censurar y prohibir la lectura de libros con argumentos incómodos para los poderes entonces establecidos y para lo aceptado en lo común. Leer libros censurados y prohibidos, donde haya razonamientos que uno ni siquiera haya sabido que fuese posible pensar, guarda la posibilidad de no poder regresar al mismo estado mental de antes de leerlos.

Si uno está enamorado de su propia mentalidad actual, y quiere preservarla inmutable, entonces uno sólo debe leer libros que repitan lo mismo que uno quiere escuchar y que reafirmen los juicios o prejuicios propios sin cuestionarlos de ninguna manera.

Las religiones institucionalizadas representan ejemplos de ideologías religiosas, y en algunos episodios históricos esas ideologías empezaron prohibiendo libros, en ocasiones también los quemaron, y a veces terminaron quemando a sus autores. Pero la prohibición y quema de libros y sus autores no ha quedado restringida a ese tipo de ideologías sino que también otras ideologías dogmáticas lo han hecho; por ejemplo, el nazismo, y otro tipo de ideologías, incluso seculares, que han asumido tener el monopolio de la razón. Mientras que el uso de la razón no es monopolio de nadie; incluso hay usos virtuosos de la razón teológica, pero los problemas se alimentan al intentar monopolizar a la razón.

Mi punto es que se puede entender el riesgo de exponerse a la lectura de libros prohibidos, y se pueden entender las razones por las que fueron prohibidos en el pasado. Como alguien interesado en la autocrítica, me interesa exponerme a tales libros, y me interesa indagar cuáles libros hoy, por sus argumentos, serían objeto de prohibición y censura; por ejemplo, quizá los que argumentan en contra de las interpretaciones imperantes del capitalismo feroz.

Friday, June 20, 2014

Acción grupal e individual

Una acción táctica en grupo, una acción grupal cortoplacista, à la «Special Weapons And Tactics (SWAT)», podrá ser más efectiva en tareas donde la destreza de un solo individuo sería insuficiente. La efectividad de ese tipo de acción suele ser común, tanto es así que en lo popular se concluiría que la acción grupal es la única manera para lograr cambios relevantes en una sociedad. Por otro lado, una acción grupal puede también tornarse incierta al estar dominada por el pensamiento de grupo (group thinking) y no lograr sino simples formas de gatopardismo (buscar cambios que dejan igual todo lo relevante). Además, en la acción táctica grupal suele ocurrir una especie de tiranía que reprime al librepensamiento individual, tiranía debida a estructuras jerárquicas organizacionales que por lo acostumbrado concurren en esta pauta de acción. Por lo que es muy difícil lograr o mantener efectividad y eficiencia de largo plazo en una acción grupal.

En cambio, la acción estratégica individual, de largo plazo, à la «aportación de vida», tendría más tiempo y espacio para reunir las condiciones en las que sea posible lograr lo que un grupo no puede. Por ejemplo, numerosos avances científicos, que ahora sostienen a la sociedad, han sido resultado de esfuerzo individual prolongado.

Por lo cual, un proyecto para lograr cambios relevantes y duraderos en la sociedad tendría una mezcla adecuada de estrategia y táctica: la estrategia en manos del individuo y la táctica en manos del grupo. ¿Cuál proyecto, cuál individuo? Hay muchos proyectos sociales a gran escala y de gran alcance, por ejemplo, erradicar la pobreza económica, para los cuales se requieren individuos que piensen tanto de manera estratégica y táctica. Pero para no tropezar con los mismos esquemas de pensamiento y de conducta que llevan a más de lo mismo, se requieren espacio y tiempo para desarrollar la meta-cognición y para indagar la meta-ignorancia propias; de otro modo, sin individuos que se aparten lo necesario de lo establecido caduco y se dediquen al estudio, a la reflexión y a la autocrítica, el mundo no cambiaría de maneras relevantes.

Tuesday, June 17, 2014

¿Divulgar ciencias?

¿Qué es la divulgación de las ciencias?, ¿cómo evitar el tropiezo que hace decaer la divulgación de las ciencias hacia un vulgar propagandismo? Mi único punto en esta breve nota es que quizá lo que requiere más divulgación es la filosofía de las ciencias; es decir, los valores, principios, patrones y prácticas intelectuales durante los procesos de indagación científica, y no sólo divulgación de los resultados y conclusiones de esos procesos.

Pienso que se necesita mucha divulgación de las ciencias, pues hay mucho por divulgar al respecto y mucho por reflexionar. Tal necesidad no es otra sino la divulgación del ejercicio de pensar filosóficamente acerca del conocer y de la realidad. Lo importante del caso es que las preguntas más básicas en las ciencias suelen permanecer abiertas al escrutinio y a la reconsideración en la mesa de trabajo. Por lo que tomar respuestas provisionales como si fueran definitivas representa un tropiezo y un obstáculo para la divulgación científica. Una evidencia de la necesidad de la filosofía de las ciencias se puede constatar ante la frecuente confusión ante conceptos como ‘hecho’, ‘fenómeno’, ‘experimentación’, ‘observación’, ‘hipótesis’, ‘ley’, ‘teoría’, ‘empirismo’, ‘racionalismo’, ‘escepticismo’, etc.

El pensamiento científico puede ser intimidante pues en no pocas ocasiones es contraintuitivo y desafía el llamado ‘sentido común’; es decir, en esas ocasiones no corresponde con nuestra percepción instantánea de lo que consideramos verdadero y real. Un ejemplo quizá paradigmático es la cuestión de la existencia del color más allá de los sistemas nerviosos (ver El color no existe). De ahí que al hablar de divulgación de las ciencias sea relevante poner el contexto de su filosofía; es decir, un contexto epistemológico. De otra manera, esa arraigada necesidad humana por poseer certezas, por apaciguar ansiedades y disonancias cognitivas, despoja con relativa facilidad de su sentido crítico al pensamiento científico.

Entonces pregunto: ¿qué se divulga más cuando se divulgan las ciencias?, ¿los resultados y conclusiones o los valores, principios, prácticas y patrones intelectuales durante el proceso para llegar a esos resultados y conclusiones? En otras palabras, ¿se divulga más los resultados de las ciencias o la filosofía de las ciencias?

En su artículo «Las razones del divulgador», Martín Bonfil Olivera hace una excelente mención del placer de la ciencia como experiencia estética. En mi caso, ese ejercicio estético, una especie de alegría racional, ocurre con mayor frecuencia, y de manera más intensa, durante los procesos científicos que tan sólo al tomar resultados aislados de esos procesos.

Aclaro: yo no soy un científico profesional, pero es precisamente mi punto: no se requiere ser un científico profesional para disfrutar cada vez más del proceso de la indagación científica; se puede disfrutar cada vez que elijamos examinar críticamente alguna de nuestras meras opiniones.

Sunday, June 15, 2014

Los albores de mi edad madura

Por casualidad caí en la siguiente referencia: Octubre 02, 2007: Taller de filosofía aplicada (bosquejo preliminar).

Ya son casi siete años de mis inicios en la indagación filosófica. El primer paso básico fue comprender la magnitud de mi enorme propensión al error. Una vez que reconocí eso, la sospecha inicial fue que quizá malentendí muchas de mis creencias y opiniones que tenía como muy importantes.

Mi recorrido filosófico hoy sigue su propio rumbo, pero en aquella fecha inicial —que ahora me parece de una época tan remota— nunca sospeché los hallazgos que han ocurrido: desde un ascetismo religioso cristiano, del que salí de la mano de la autocrítica, hasta formar un librepensamiento secular y laico.

Desde una inquietud inicial, quizá ingenua, por pensar «¿qué es la verdad?», mi recorrido continúa hoy con pauta propia hacia el continuo examen en las diversas y vastas provincias de la filosofía crítica. «Qué», «Cómo», «Cuándo», «Dónde», «Quién», «Por qué», «Para qué», son algunas de mis directrices en ese recorrido.

Saturday, June 14, 2014

¿Qué hace falta en la escuela?

¿Qué hace falta que les enseñen a los jóvenes en la escuela?

Hace falta que les enseñen sobre los riesgos de asistir a una escuela de manera prolongada y sin haber desarrollado por cuenta propia su facultad crítica. En otras palabras, hace falta que les enseñen que asistir a una escuela puede ir en contra de su educación entendida como el desarrollo continuo de todas sus facultades. En particular por el efecto de la compartimentación del conocimiento, por el cual se busca la especialización en pocos fragmentos del conocimiento pero que produce un trágico analfabetismo funcional en muchas otras áreas no menos importantes.

En no pocos sistemas educativos hoy impera la noción de “preparar a los jóvenes para que se integren lo antes posible a los sistemas hegemónicos de la economía capitalista”. Un efecto de tal noción es la elevación del cortoplacismo a grado de un imperativo incuestionable. Ese efecto se puede notar en el analfabetismo científico-filosófico que padecen no pocas personas producto de sistemas pedagógicos basados en esa noción. Se lograrían las así llamadas “competencias” o habilidades para acatar órdenes y obedecer de manera dócil y pasiva, pero con poca o nula destreza para analizar, cuestionar y entender de manera amplia la lógica detrás de su propio esquema educativo; y casi sin posibilidad de repensar su propia educación.

Recién repasaba algunos puntos de Abbagnano y Visalberghi en la introducción a su Historia de la pedagogía, y ellos distinguen dos objetivos generales de una filosofía de la educación, i.e., pedagogía: primero, preservar la cultura establecida. En tanto que lo preservado sirva para sobrevivir en sociedad, y continuar una forma específica de cultura, entonces se podrían entender algunos aspectos positivos de ese objetivo. Además, Abbagnano y Visalberghi distinguen entre una sociedad primigenia y una sociedad civilizada, y la distinción pedagógica entre ambas radica en si contemplan o no el segundo objetivo de una pedagogía: renovar la cultura y estar abierto a lo nuevo y a lo inesperado. Por lo que la resistencia absoluta o exagerada hacia renovar o repensar lo establecido es un rasgo de una sociedad primigenia o primitiva.

Además, con base en lo que dicen Abbagnano y Visalberghi, la pedagogía de una sociedad civilizada debe ayudar al individuo a reflexionar sobre los umbrales donde la obediencia a “las autoridades” ya no se justifica. En parte, de eso reflexioné un poco en la siguiente referencia: La granja de la cultura.

El gremio de maestros y las instituciones educativas tienen mucho trabajo por hacer en cuanto a la enseñanza. Pero hay otra cantidad similar, o aun mayor, de trabajo por hacer en cuanto al aprendizaje que corresponde al exclusivo arbitrio del individuo: auto-educarse. Es lo que vengo diciendo, por ejemplo, en la siguiente referencia: Educarse.

Sunday, May 18, 2014

¿Derecho a opinar?

El problema homofóbico como pretexto para pensar sobre el supuesto “derecho a opinar”:

El problema de la homofobia, claro, es muy importante, principalmente para adultos. Lo relevante del tema, para mí, es que las preguntas que propone el tema son preguntas que permanecen abiertas, por la complejidad del conjunto de asuntos involucrados. Observo que el diálogo sobre ese conjunto se obstaculiza al pretender zanjar una respuesta con tono definitivo, y basada en nociones tan frágiles como “tengo derecho a mi opinión”. Esa fragilidad está en afirmar tal “derecho”, o quizá tan sólo repetir la frase acríticamente, pero sin articular, como primer paso mínimo, la teoría ética sobre la cual se sostiene tal “derecho”. Es decir, por ejemplo, si fuese un derecho, entonces deberá estar asociado necesariamente con una obligación, o un conjunto de obligaciones. De otro modo, es muy fácil y barato creer que tengo un derecho, pero al no ejercer la obligación asociada entonces tal derecho se derrumba sin remedio. Un rasgo de tal obligación, por decir lo menos, sería no repetir irreflexivamente frases prestadas sin antes entenderlas debidamente, es decir, de una manera más amplia y diversa.

En casa hemos comprado y leído «De los pies apestosos a las papas fritas... y otras curiosidades» y «Espejos, mocos, cucarachas... y otras pócimas curiosas»; además, en casa escuchamos por la radio el programa de los domingos en la mañana. Yo en casa procuro sugerir una actitud crítica ante estos contenidos o ante cualquier otro, ya sea de procedencia externa o incluso interna —especialmente si es interna—, e intentamos discutir los asuntos en la medida del interés o de las preguntas de cualquiera de nosotros en casa.

Para mí, la cápsula sobre la homofobia no es diferente al resto de las cápsulas. Igual es necesario intentar pensar el asunto por uno mismo y de manera más amplia. Suelo sugerir a los chicos que tomen a las cápsulas como un inicio para indagar los temas que más les interese. Lo mismo digo cuando consultamos palabras en el diccionario: son como puntos de partida, no de llegada.

Pienso que los chicos no necesitan respuestas no deseadas a preguntas no planteadas, por lo que para mí la divulgación científica va de otra cosa y no de ofrecer cúmulos de datos bajo una aura de “ciencia”, ni mucho menos de presentar opiniones decantadas hacia una sola perspectiva a partir de un supuesto principio de autoridad. Para mí, la divulgación científica es más como proponer y dialogar, pero al mismo tiempo enseñar a dudar de, y a cuestionar, lo que se propone. Pues incluso los datos históricos necesitan ser interpretados, y el estudio de la historia es más sobre ejercer destreza para interpretar lo complejo que sobre memorizar datos desconectados.

Ahora, acabo de escuchar repetidamente esta cápsula en particular (la del 23 de octubre de 2013) sobre la homofobia, y para mí el único problema fue la frase: «todos tenemos derecho a opinar lo que queramos». La cual me hizo pensar y por esa frase me hago la pregunta «¿Derecho a opinar?».

El fondo de esa frase es similar al fondo detrás del enojo de quienes se oponen a lo distinto y agreden a quienes son o piensan diferente a ellos: una desproporcionada exageración; es decir, afirmar que todos tenemos “derecho” a opinar lo que queramos es llevar las cosas demasiado lejos, es favorecer el más inconsciente relativismo cultural. La exageración detrás de esa frase ofrece bases falsas que sostienen equivocadamente la idea de que todas las opiniones valen igual y, por tanto, no es necesaria la autocrítica pues lo mismo vale lo que diga un investigador después de someter su trabajo al rigor científico que quien espete su mera opinión acerca de un tema en particular.

Me pregunto si la necesidad patente en nuestra relación con la infancia no es ofrecerle datos e información, aun si ésta tenga apariencia científica, sino discutir los procesos de pensamiento de los métodos usados en las ciencias; es decir, discutir con ellos las maneras con las que se evalúan las ideas, y no sólo las maneras en que se defienden las mismas.

Sunday, May 11, 2014

¿Ocurre un declinar en filosofía?

No tengo grados académicos en filosofía, tan sólo soy un aficionado principiante, pero sí entiendo la importancia –y el placer– de pensar filosóficamente como un medio de emancipación, de desarrollo de libertad, y de erradicación de muchos tipos de tiranía. Por lo que me intereso en preguntas relacionadas con la filosofía y con la realidad; por ejemplo, me pregunto si realmente ocurre un declinar en filosofía.

Si tomo «declinar» como la 4ª acepción del diccionario de la RAE, «decaer, menguar, ir perdiendo en salud, inteligencia, riqueza, lozanía», entonces surgen muchas preguntas; por ejemplo, ¿cuál tipo de filosofía está declinando? Es decir, vivimos inmersos en algún tipo de filosofía y esa vibrante filosofía dominante estaría lejos de ser descrita como en declinación. Muchos quizá no están conscientes de la filosofía predominante en su cultura local y no podrían articular una exposición clara de la estructura teórica que domina todos sus pensamientos y opiniones, pero eso no quiere decir que la filosofía en su cultura local esté en declive. Ahora, si el número de personas que tengan esa conciencia y puedan hacer esa exposición está en declive o no en una determinada cultura es algo que se puede discutir, pero si aceptamos que esa conciencia y esa exposición implican un trabajo muy duro y de no pocos años de indagación y reflexión, entonces podríamos también aceptar que tal esfuerzo suele ser impopular. Así, si por filosofía entiendo ese esfuerzo, entonces me pregunto, ¿cuándo la filosofía ha estado en apogeo o en estado de esplendor y popularidad?

Al tomar ideología como filosofía, cual sinónimos, se podría concluir que la filosofía no declina, sino que, por el contrario, florece y progresa cada vez más. Una ideología también es una filosofía, y no sólo es ideología cuando se refiere a la filosofía del otro, sino también lo es cuando se refiere a la filosofía propia. Por otro lado, si tomo filosofía como algo distinto a ideología, si tomo filosofía como proceso de indagación y no sólo como un esquema conceptual fijo, ¿cuándo tal filosofía ha estado en apogeo o en estado de esplendor y popularidad?

Distinguir las diferencias entre filosofía e ideología es parte de la necesidad ante los problemas en la sociedad humana. Si tomo filosofía como proceso de indagación y no sólo como un esquema conceptual fijo, entonces un rasgo de la diferencia consiste en que la ideología es algo para ser defendida mientras que la filosofía es algo que sirve para evaluar ideologías.

La sociedad humana parece tener demasiada ideología, esquemas conceptuales prósperos y vibrantes, pero parece estar escasa de filosofía, como práctica evaluativa. Aún me pregunto si hay algún periodo histórico en donde tal escasez haya desaparecido como para ahora decir que la filosofía está en declive; es decir, me pregunto si alguna vez la filosofía gozó de auge y popularidad en las plazas públicas y en los mercados, o siempre ha estado enclaustrada en el elitismo academicista. Aún me pregunto si acaso la filosofía no puede estar en declive pues para eso primero tendría que haber dejado su perenne estado de relegación a lo impopular.

Saturday, March 29, 2014

Conspiro-paranoia – Parte II

La conspiro-paranoia referida (ver Conspiro-paranoia) es aquella afirmación que acepta como causa raíz de un caso la velada voluntad de un tercero en contra de uno. Por ejemplo, una conspiro-paranoia popular es aquella que afirma que el poder financiero hace planes en contra del pueblo en general; otra es aquella que afirma que el poder político o el poder religioso maniobra explícitamente con el objetivo de engañar a las masas y mantenerlas sometidas, pasivas, dóciles, obedientes, resignadas y sumisas.

Esas teorías conllevan conspiro-paranoia pues afirman una intención detrás de los efectos observables, pero tales efectos bien pueden ser incluso mejor explicados por otras teorías sin necesidad de conspiro-paranoia ni egolatría o narcisismo (esas teorías asumen que el tercero está pensando dañar a uno, que uno está en la mente del tercero y uno ocupa los pensamientos de ese tercero). En otras palabras, acusar a un tercero por sus malas intenciones es una puerta falsa que no explica nada. Muchas otras teorías, como las derivadas del pensamiento sistémico, pueden ofrecer explicaciones más sólidas. La frase aforística: “no hay porqué atribuir a la malicia lo que puede ser perfectamente atribuible al analfabetismo y a la imbecilidad.” podría esclarecer un poco lo que intento decir.

Pero, reitero lo aludido en la nota publicada, la conspiro-paranoia está no sólo en las teorías popularizadas en los medios de distracción masiva, sino también en las falsas dicotomías que pretenden afirmar muros infranqueables entre “ellos” y “nosotros”. No hay tal muro sino que es el mismo humano distraído por ilusiones mentales pues en ambos lados del supuesto muro puede aplicarse el principio de Hanlon.

Por ejemplo, al ser la conspiro-paranoia una salida fácil, que afirma la indefensión de uno, que dice nada haber en las manos de uno ante la inevitable sujeción por parte del tercero, entonces la conspiro-paranoia misma se hace el obstáculo principal que impide posibles salidas de una situación dada. La conspiro-paranoia puede frenar a uno ante la idea de mejor ponerse a estudiar, a investigar, a cuestionar las teorías populares, a indagar cómo se somete a examen crítico una teoría y cómo se justifica una opinión (no sólo imitarla y repetirla). A diferencia de la conspiro-paranoia, estudiar, indagar y cuestionar es trabajo muy duro, y eso es poco popular.

Conspiro-paranoia

Si no es posible el acceso directo y nítido al firme terreno de la realidad entonces, para poder habitar la realidad, sólo nos resta elaborar cada vez mejores mapas teóricos de tal terreno; vaya, que es inevitable hacer teorías de la realidad. Entonces, resulta útil distinguir la diversidad de tipos de teorías pues estamos inundados de ellas.

Por ejemplo, si asumimos que sí hay un terreno al que podemos llamarle ‘realidad’ y al que sí es posible aproximarse aunque siempre sea por medios indirectos, entonces estamos hablando de un grupo de teorías bajo el nombre de «realismo científico». Por otro lado, si no asumimos eso entonces estamos hablando de otro grupo de teorías, muchas de ellas con la palabra ‘idealismo’ en el nombre de su clasificación; algunas de las cuales son de corte religioso o místico, como algunas derivadas del budismo.

Otro caso son aquellas teorías que afirman la posibilidad de acceder de manera directa y nítida a la realidad por medio de la percepción; es decir, afirman que la realidad no es otra más la que se percibe con los sentidos. Esas teorías están dentro de la categoría llamada «realismo ingenuo» y suelen refutarse con mucha facilidad; por ejemplo, con una sencilla demostración de que los colores no existen más allá de la percepción simple (ver El color no existe).

Si una teoría presupone que la realidad de un caso tiene como causa raíz la velada voluntad de un tercero, entonces estamos en presencia de una teoría conspiratoria: “alguien ha hecho planes a mis espaldas con el fin de hacerme daño.”; estas teorías se agrupan por sus rasgos conspiro-paranoicos y narcisistas pues parecen asumir como cierta la inverosímil idea de que todo gira alrededor de uno. Hay casos demenciales extremos y patológicos estudiados en Medicina, pero también hay casos que resultan ser simples chifladuras o infundadas necedades.

La conspiro-paranoia está presente en aquellas teorías que presuponen una barrera o división real entre humanos, barrera que impide la mejora de la sociedad en su conjunto. La idea de “ellos” y “nosotros” presupone algo que sólo está en la imaginación de las personas y no tiene sustento en el ámbito natural. Por ejemplo, en socio-economía, “clase dominante” y “clase trabajadora”; en religión, “salvos” y “no-salvos”; en política, “conservadores” y “liberales”, en educación, “cultos” e “incultos”. Las teorías que afirman tales divisiones conllevan conspiro-paranoia pues asumen que la contraparte hace planes en su contra.

Si queremos que el progreso humano signifique algo entonces disminuir la conspiro-paranoia en nuestras teorías se hace imperante. Para mejorar la práctica individual del ejercicio teórico, sugiero estudiar a cabalidad teorías que no contienen conspiro-paranoia; por ejemplo, las teorías científicas del naturalismo.

Cristianismos

Pareciera que las controversias sobre el cristianismo habrían quedado en el pasado remoto, pero también parece que han sido un tema candente desde sus orígenes. Por ejemplo, la controversia sobre la divinidad de Jesús no es nueva sino añeja, y no en ámbitos afuera del cristianismo sino desde su interior. Como suele ser el caso, cada contrapostura tiene una perfecta lógica desde la cual sería “la mejor”, pero el cristianismo no es uno tal como Jesús no es uno, ni histórica ni teológicamente, sino muchos. Tanto es así que hay posturas eruditas cristianas que interpretan a la figura del Mesías redentor como una metáfora literaria para identificar al propio lector como su único posible salvador.

Para mí, esa controversia tiene grandes e importantes implicaciones desde un análisis cultural amplio.

Hay un sentido en que las controversias pueden ser un recurso para la auto-reeducación: pueden servir para ejercitar nuestra facultad de síntesis, pues para lograr una síntesis virtuosa se requiere con frecuencia pensamiento doctoral.

¿No hay acaso bibliotecas públicas? Entonces sí hay justificación para denunciar como mentira lo que afirman los sacerdotes o ministros de culto religioso que dicen a sus feligreses que no pueden ni necesitan aspirar al pensamiento doctoral. Una persona interesada en la indagación amplia del cristianismo sí puede contar hoy con el acceso al pensamiento doctoral de una manera independizada de la tutela intelectual y paternalista de esos sacerdotes y ministros de culto religioso.

Saturday, March 8, 2014

¡Cambiemos al mundo!

¡Cambiemos al mundo! Empezando por... ¿por dónde empezaríamos?

Permíteme sugerir por dónde empezar: por mejorar la capacidad personal para poner entre paréntesis la cosmovisión propia mientras uno mismo indaga y entiende, a profundidad, la cosmovisión del otro. Por supuesto, fácil no es; mirar desde la circunstancia del otro y comprender desde ahí su lógica es como estar dispuesto a descubrir el defecto o la insuficiencia en la lógica propia.

¿Cómo sería posible mejorar esa capacidad personal? ¿En qué sentido podríamos decir que tal capacidad mejoró en el tiempo?, ¿cómo saber si logré una mejora desde, digamos, hace un año, o hace un mes? Y a todo esto, ¿cómo pongo entre paréntesis mi cosmovisión? Más aún, ¿qué es una cosmovisión?, ¿acaso tengo una propia o es prestada?

Digamos que una cosmovisión es una manera de ver e interpretar el mundo, y que tal interpretación tiene una marcada relación con la manera en que cada uno entiende y usa el lenguaje. La relación entre el lenguaje personal y la realidad externa –digamos, entre el mapa y el terreno– es una que configura la cosmovisión propia, le da su forma, vaya.

Al intentar poner entre paréntesis la manera personal para interpretar al mundo es necesario articular qué es lo que se pondrá entre paréntesis; es decir, se necesita ubicar el lugar que ocupa la cosmovisión propia en el panorama de las cosmovisiones que el humano ha tenido en su historia. Claro, lograr tal ubicación es un intento de re-calibración continua con base en muchas y diversas vivencias; las lecturas, los viajes, la apertura a contemplar otras culturas y otras cosmovisiones aportan lo necesario para conocerse a uno mismo. Es decir, de manera aislada de lo diferente a mí resulta difícil articular qué es la cosmovisión propia; conoceré mi propia cosmovisión a través de la cosmovisión de quienes sean diferentes a mí. Ejemplos: ¿cómo saber qué es mi heterosexualidad si desconozco y tengo aberración por toda homosexualidad?, ¿cómo calibrar mi teísmo si desconozco todo ateísmo?, ¿entenderé en realidad qué es la propiedad privada sin entender qué es comunismo?, etc.

El cambio, lo que se llama cambio, ciertamente, inicia en uno, y no en el otro; y para eso, también muy cierto, se requiere educación, o como vengo diciendo: auto-reeducación. Para cambiar al mundo, un rasgo indispensable es la autocrítica.

Wednesday, March 5, 2014

¿Buena nueva?

Me llevé una sorpresa –creo fue en 2009— cuando supe que no se sabe en realidad quién escribió los evangelios del canon neotestamentario. Ninguno de los evangelios, al parecer, fue realmente escrito por el autor a quien la tradición atribuye. No hay ni evidencia interna ni externa de que Mateo, Marcos, Lucas y Juan hayan hecho esa composición textual en griego en algún punto entre el año 60 y 95 del primer siglo de la Era Común; eso es entre 30 y 65 años después de que ocurrieran los sucesos de la narración. Para mí eso resultó relevante pues me hizo reevaluar mi suposición de que el autor escribía como testigo ocular de lo que narraba. Para mí, desde que lo confirmé, y también ahora, tomar con responsabilidad esos textos significa reconsiderar más de cuarenta años de vida inmerso en una cultura local dominada por distintas formas de cristianismo. Significa rendir cuentas ante mí mismo por la pregunta sobre qué es el cristianismo, para mí y para el mundo hoy.

Desde entonces no ha quedado en pie ni una sola creencia religiosa de mi pasado. Simplemente no he encontrado justificación para ninguna de ellas. Mis figuraciones religiosas se derrumbaron una tras otra, en el mismo ritmo en que me he llevado sorpresa tras sorpresa al estudiar el proceso histórico de estos textos antiguos. La lectura, el estudio y la reflexión han representado para mí un viaje, un viaje que no está exento de riesgos; por ejemplo, el riesgo de quedar transformado de por vida.

El nada despreciable número de variaciones y discrepancias en los textos bíblicos no son, para algunos, suficientes para cambiar las creencias fundamentales de las doctrinas cuando son tomadas como dogmas, pero para mí la condición histórica de esos textos representa la ausencia de la intención principal que suponía innegable: los textos están dirigidos a una audiencia del tiempo pasado, presente y futuro. En otras palabras, no hay tal mensaje de buenas nuevas que esclarezca el aquí, el ahora, y el porvenir para una audiencia de adultos; quizá como narrativa moralizante para infantes, a quienes, con caramelos y dulces ilusiones, otros busquen dejar contentos y calladitos, pero no para mí.

Sunday, March 2, 2014

El Nuevo Testamento

Hay muchas razones por las que estoy persuadido de la importancia de estudiar a fondo textos antiguos; en particular los textos bíblicos neotestamentarios. Una es la necesidad de entender más el ambiente sociocultural que habito pues no es difícil ver que aun en organizaciones no religiosas, públicas y privadas, existe una marcada influencia cultural del cristianismo; por ejemplo, en la típica organización jerárquica, en las líneas de autoridad y en los poses de genuflexión para pensar y actuar con la obediencia debida. Otra razón es entender más la moralidad imperante en tal ambiente sociocultural, y cómo algunas personas intentan derivar su moralidad personal con base en textos de hace veinte siglos y no de un ejercicio ético autónomo.

Hay una gran variedad de métodos de estudio bíblico, y el apoyo básico del pensamiento crítico es indispensable para elegir con destreza el método adecuado según el objetivo buscado. Por ejemplo, la crítica de redacción no sirve para lo mismo que el análisis estético-literario, aquella busca esclarecer una estructura conceptual en el texto mientras que ésta realza su expresión teológico-poética; el método histórico-crítico investiga la evolución histórica desde los textos autógrafos hasta las exégesis (o traducciones) a las lenguas contemporáneas, incluyendo el análisis de cómo llega a nuestros días. La estrategia más fructífera, para mí al menos, es aquella orientada por la teoría básica de la materia y la forma del conocimiento; es decir, el objeto material de estudio es un conjunto de textos antiguos el cual tiene múltiples aspectos o formas o perspectivas desde las cuales uno puede aproximarse sin tropezar. Un tropiezo común es mezclar aspectos y creer que se sigue pensando en el texto más que en una ideología propia que termina siendo puesta en boca de personajes literarios de hace veinte siglos, como al parecer ha ocurrido con demasiada frecuencia en la historia del Nuevo Testamento cristiano.

El método histórico-crítico suele identificar al griego clásico como la lengua original en la que fue escrito el Nuevo Testamento. Lo cual ya es interesante pues trata de personajes que en su mayoría no hablaban griego sino arameo. Quizá esos personajes, artesanos y pescadores, no sabían leer ni escribir, quizá podían escribir su nombre pero resulta inverosímil que pudieran componer textos de la calidad literaria de los textos del Nuevo Testamento. Quienes hayan redactado y compuesto esas obras textuales habrían recibido cierta educación sólo disponible para unos pocos en la Palestina del primer y segundo siglos.

«¿Qué es el Nuevo Testamento?

El Nuevo Testamento es un conjunto de escritos de origen y carácter muy diferentes que unidos entre sí forman la parte principal de la Biblia cristiana. Es a la vez un libro y un conjunto de libros. No es una obra simple, unitaria, sino un complejo de escritos que a menudo no concuerdan entre sí: cada una de sus partes muestra a veces ideas diferentes. El Nuevo Testamento es un libro de historia, pero ante todo de propaganda de una fe. A los ojos de los que no comparten esta fe el Nuevo Testamento es una mezcla de historia, leyendas y mitos de contenido religioso.

El Nuevo Testamento es casi todo él una producción anónima. Aunque cada una de sus 27 obras lleva el nombre de un autor, en realidad tal atribución es engañosa: o bien nada sabemos de tal autor, o bien la atribución es errónea. Sólo siete cartas (1 Tes, 1 y 2 Cor, Ef, Flp, Gál y Rom) llevan la marca de un mismo escritor que nos es relativamente bien conocido: Pablo de Tarso. La iglesia antigua no tuvo especial afán crítico o histórico para determinar con exactitud si los nombres de autor atribuidos al resto de las obras contenidas en su canon de Escrituras eran en verdad sus auténticos autores. ...» —Antonio Piñero. Guía para entender el Nuevo Testamento. Capítulo 1, pp. 21.

¿Es esto educación?

Es dócil, es obediente, es resignado y sumiso, no piensa mucho, nunca hace preguntas incómodas, jamás cuestiona lo dictado por las figuras de autoridad, nunca confronta y siempre pone al respeto como excusa, tiene confianza absoluta en que seguir con toda fidelidad la opinión ortodoxa es lo mejor y más positivo, tiene certeza en que las soluciones ya están en manos de un orden superior y en sus manos sólo está confiar y seguir el trayecto trazado para sí por dicho orden superior, tiene muy claras sus prioridades y siempre se orienta por el reconocimiento en primer lugar y toma al conocimiento como algo opcional, se considera a sí mismo, o al más popular o reconocido, como un modelo de excelencia para la emulación de los demás, etc.

Si esos rasgos describen al producto empaquetado y comercializable que sale de las líneas de producción de instituciones académicas, entonces se entiende por qué algunos dicen que la educación, cual Mesías, algún día llegará, de quién sabe dónde, y nos salvará de nuestra propia insuficiencia e impericia.

¿Será acaso que el lugar de esa educación salvífica está hoy usurpado por una educación de meras apariencias y simulaciones? ¿Acaso la filosofía, como estrategia general de auto-reeducación, ha muerto en nuestras sociedades?

Education Is a System of Indoctrination of the Young - Noam Chomsky

Saturday, March 1, 2014

Sufrir y educar

¿No es acaso desconcertante todo el asunto del sufrimiento? En particular, no me refiero a la capacidad del humano para sufrir y padecer dolor de muchos tipos, sino a la inconmensurable cantidad de sufrimiento humano que ocurre día tras día. Aun sin considerar el dolor causado por otros humanos sino sólo el dolor por causas naturales —e.g., las enfermedades como el cáncer o las causadas por microorganismos y las tragedias humanas ante fenómenos naturales— la dimensión de sufrimiento es tal que a pesar del alivio circunstancial que se puede lograr no parece que eso represente algo más que formas paliativas ante la situación.

Si tal situación se interpreta como un rasgo inevitable de la condición humana entonces la situación no es un problema y, por tanto, no requiere solución definitiva pues no la hay. “¡Así es la vida!” –es una frecuente expresión que parece responder al asunto, pero no explica nada sino sólo reconoce la ausencia de respuestas satisfactorias a la pregunta: ¿por qué hay tal cantidad de sufrimiento en el mundo?

Por supuesto, no han faltado explicaciones propuestas a esa pregunta a lo largo de la historia, tanto es así que las posturas más frecuentes hoy al respecto no representan nada nuevo históricamente. Los hechos materiales de la existencia irrefutable de tanto sufrimiento humano no han podido ser considerados sin evitar una insoportable necesidad de explicación, y los intentos de explicar esa compleja y múltiple realidad tan sólo han ofrecido perspectivas parciales y contradictorias; como las propuestas por las religiones y otros sistemas de creencias como formas terapéuticas ante la brutal realidad del inevitable sufrimiento humano.

Quizá, entonces, el cultivo humano, i.e., la educación, deba incluir lo necesario para afrontar el dolor, de todo tipo, de una manera plena. ¿Cuáles estrategias filosóficas hay para auto-cultivarse y prepararse para afrontar el inevitable sufrimiento?

¿Por qué sufrimos? La pregunta ha sido objeto de reflexión filosófica por milenios; como otras preguntas filosóficas, no tiene respuesta sino historia. Por tanto, si una educación plena sólo puede ser auto-cultivo entonces educarse para sufrir implica reexaminar mi manera de interpretar el asunto, cualquiera que sea mi sistema de interpretación actual, e incluso poner en tela de duda hasta qué punto ese sistema interpretativo es realmente mío o sólo una mera reiteración sociocultural.

El sufrimiento es parte del proceso mismo de la madurez humana, han dicho algunos pensadores cristianos medievales, y que el padecer es edificante y un medio de expiación y elevación. Otros de la misma época, e incluso de la misma tradición religiosa cristiana, decían que el tormento en la vida humana es causado por los excesos del propio humano, y que el suplicio terrenal, por tanto, es un castigo divino. Aún más, otros cristianos dedicados a la escolástica medieval –es decir, adictos a enseñar lo que otros deben pensar– afirmaban que el pesar humano no ocurre ni por voluntad humana ni por determinación divina sino por las fuerzas del mal que gobiernan incólumes en todo el mundo. En las corrientes seculares, el estoicismo contempla al suplicio humano como una actitud ante lo que no está en nuestras manos y propone a la indiferencia como medio para soportarlo. En la modernidad, el dolor humano se considera algo de lo cual es necesario liberarse, pero eso aún es una posibilidad de muy pocos, y se pueden entender, por tanto, las demandas y las denuncias de la posmodernidad.

Amplios recorridos filosóficos sobre el suplicio humano pueden, y deben, hacerse también a través de las filosofías orientales para lograr perspectivas más amplias del asunto. De otra manera, sin contar con más herramientas filosóficas, corremos el riesgo de quedarnos con un sesgado sistema interpretativo ante una vivencia de tan variada y frecuente práctica, como lo es el sufrir.

Sunday, February 23, 2014

Para un nuevo mundo

Una nota abierta a todos los que buscan un nuevo y mejor mundo:

No faltan personas que buscan organizarse para lograr algún cambio social. En la unión está la fuerza, se dice. Hay grupos que intentan lograr diversos cambios sociales; algunos buscan menos de lo mismo, otros más de lo mismo o alguna mezcla particular, y lo habitual parece ser que la humanidad esté unida y dividida en su diversidad de perspectivas. Para otros la indiferencia define, en los hechos, su posición real. Cualesquiera sean los objetivos de sus esfuerzos, la efectividad de un grupo depende en buena medida de las destrezas de sus miembros y no del exterior; es decir, de lo endógeno y no de lo exógeno. Yo pertenezco a un grupo que se llama especie humana y que habita en la biósfera del planeta Tierra, y para aportar a la efectividad de este grupo intento discernir los tipos de cambios que hacen falta. Uno de esos cambios consiste no en persuadir a los demás para que acepten determinada idea, sino en persuadirme yo mismo de la importancia de la destreza para cambiar mi propia mentalidad.

Si hay una educación que nos salvará, como no pocos dicen que la hay, es aquella que sirva para identificar y corregir el error propio.

Un relato dice:

«Le preguntaron a Napoleón cómo organizaba a los ejércitos que lo llevaron a conquistar el mundo conocido de su época. Napoleón respondió que era simple: un soldado puede ser inteligente o tonto, y puede ser holgazán o entusiasta.

Al inteligente y entusiasta lo nombro capitán de batallón pues sabe qué hacer y puede reunir a las tropas para hacerlo.

Al inteligente y perezoso lo nombro general pues también sabe qué hacer pero no desperdicia energía en algo que no es necesario hacer.

Al tonto y perezoso lo nombro soldado raso.

¿Qué pasa con el tonto y entusiasta? A ese lo fusilo antes de iniciar la batalla.»

Entonces, quizá, al buscar un nuevo y mejor mundo debemos evitar el estorbo que representa la combinación entre entusiasmo y necedad. En particular si ponemos nuestras facultades individuales al servicio de intereses colectivos. Sí, de acuerdo, la unión hace la fuerza, pero no sólo se necesita unión por sí misma sino también inteligencia. Sugiero, para conquistar un nuevo mundo en los términos del relato, que las computadoras realicen el trabajo del capitán de batallón y del soldado raso, y los humanos hagamos el trabajo del general. Para lograr eso se requiere practicar la ciencia y el arte de pensar de manera crítica, creativa y empática.

En otras palabras, si alguien decide poner sus facultades al servicio de alguna de tantas agrupaciones que buscan un nuevo y mejor mundo, entonces por favor evite la combinación exceso de entusiasmo y necedad.

Algunas agrupaciones que buscan un nuevo y mejor mundo, entre muchas otras:

- Congreso popular.

- International organization for a Participatory Society.

- The Zeitgeist Movement.

Thursday, February 13, 2014

Filosofía y cambio

Ante la simple pregunta: ¿alguien puede decir que la filosofía le haya servido para algo?

Respondí:

En el pasado fui un extremista religioso de un radical talante dogmático, un tenaz militante del más riguroso ascetismo cristiano por más de veinte años. Durante ese tiempo no desatendí la investigación y el aprendizaje sobre teología y luego sobre el pensamiento científico. Esa indagación me llevó a encontrar por primera vez el pensamiento crítico y los aspectos más básicos para pensar filosóficamente. Aprendí que un rasgo de ese pensamiento es la autocrítica. Así que por integridad intelectual y ética reconocí una gran cantidad de equivocaciones y errores crasos en mi mentalidad pasada. Como consecuencia, hace años que abandoné el cristianismo y toda religión institucional dogmática. Reconocí una realidad personal tan clara y brutal como ineludible: soy un analfabeto científico-filosófico. Permanezco a la fecha en ese mismo estado de analfabetismo, pero tengo un programa personal y multianual de investigación científica y filosófica; el cual no me sacará de dicho estado, pero aspiro a que me sirva para lograr una medida sobria de la colosal dimensión de mi ignorancia.

El ejercicio filosófico personal, autocrítico, es para mí ahora un rasgo de madurez, en un sentido amplio. La filosofía ha cambiado el rumbo de mi vida, y tengo previsto que lo haga múltiples y repetidas veces en adelante.

En lo colectivo, la filosofía, al parecer, no ha servido aún para resolver los problemas de la sociedad, como el problema de la pobreza económica o de la esclavitud. Aun muchos griegos clásicos, famosos filósofos helenistas, tenían esclavos y no parece que repararan en lo problemático de tal condición. No lo veían como un problema, tal como muchos hoy no ven a la miseria económica como un problema sino tal sólo como un rasgo inherente e inevitable de la condición humana.

Quizá esto es así pues la filosofía sigue usurpada por una especie de casta sacerdotal académica que para justificar sus salarios y beneficios no divulga con claridad que la filosofía, en sus rasgos más básicos, debe ser una estrategia general de auto-reeducación. Parece necesario retomar el proyecto inacabado de la Ilustración, se requieren proyectos de neo-Ilustración: Iluminismos.

Monday, February 3, 2014

¿Sólo feminismo o algo más?

Imagen: una joven mujer con el torso desnudo y con una corona hecha de flores, con una mano sostiene una hoz ensangrentada y con la otra mano en alto sostiene unas gónadas masculinas, igualmente ensangrentadas.

La imagen podría apreciarse directamente en el sitio en Internet del movimiento feminista radical llamado Femen.

¿Cuáles problemas filosóficos están en el fondo del conflicto entre sexos? Quizá la definición del ser sexual; pues no diremos que la femineidad o la masculinidad se reducen a los genitales sino que representan mezclas diversas de químicos en el cerebro.

¿Se puede entender al feminismo militante no sólo como algo en contra de la opresión entre sexos sino también como una oposición a la dominación de un humano sobre otro, por el mero poder (aquí simbolizado por las gónadas masculinas)? Pues quizá su protesta no sería al respecto de genitales sino al respecto de cerebros; es decir, de mentalidades. En tal caso, la rebeldía y el estruendo de la protesta feminista hablan no sólo por las mujeres sino por todo aquel sometido bajo dominio o prepotencia machista, ejercida a manos tanto de hombres como de mujeres por igual.

La dominación que pretendo aludir es, por analogía, aquella del proxeneta o intermediario que explota a otros, apropiándose de sus talentos o sus cualidades como si le pertenecieran; talentos y cualidades que por sí mismo nunca tendrá; y no para beneficios proporcionados y mutuos sino desproporcionados e injustos. En algunos casos se puede observar tal juego de poder en relaciones patrón-jefe/empleado-subordinado, sacerdote/feligrés, legisladores/mujer-con-embarazo-no-deseado, piel-blanca/piel-no-blanca, etc. En general, las forma de opresión que algunos intentan ejercer desde supuestas posiciones de poder, en su infinita sabiduría, sobre lo que otros deben ser, pensar, decir, hacer.

Dado que la misoginia de las religiones institucionalizadas suele ser uno de los objetivos de las protestas feministas, ¿serán acaso esas, las de la imagen, las gónadas del dios antropomórfico?

Saturday, January 25, 2014

Un Congreso Popular

CUANDO EL PUEBLO NO ES EL QUE GOBIERNA HACIA LA CONSTRUCCIÓN DE UN CONGRESO POPULAR

 

Lo diré de nuevo: por supuesto que se necesita lo práctico, no discuto eso sino que la repetición del mismo tipo de práctica no resulta tan práctico como si primero se pone atención en la teoría. Es decir, que para una mejor práctica es requisito primero reexaminar la estructura teórica que sostiene a una práctica. En otras palabras, lo que la sociedad necesita más no es que los individuos actúen a partir de la misma mentalidad, sino que primero tomen el tiempo y el espacio para repensar, aprender, desaprender y reaprender las cosas más básicas cuyo cabal entendimiento resulta con frecuencia una mera suposición. Filosofía, ciencia, historia, política, economía, educación, etc., son requisitos para la vida adulta y la madurez cívica; un individuo que permanezca inconsciente de su propio analfabetismo en estas materias es un individuo que contribuye a perpetuar lo mismo de siempre en la sociedad.

Se propone un Congreso Popular. Muy bien. Pero hay un trabajo histórico que ha quedado pendiente y que si no se atiende entonces este Congreso Popular, y otros intentos por enfrentar los problemas de la sociedad, resultarían como ejemplos de gatopardismo: «¡cambiemos!, para seguir igual.» Ese trabajo histórico pendiente es atender el proyecto inacabado de la Ilustración, interpretada en sus rasgos más básicos; por ejemplo, liberarse de las tutelas mentales y atreverse a pensar por uno mismo (empezando por liberarse de la tutela mental de los eurocentrismos filosóficos).

Por supuesto, ese trabajo es muy duro y sólo el individuo puede hacerlo. Precisamente a ese trabajo histórico pendiente me refiero: a tomar por cuenta y mano propia el desarrollo de la historia mental personal, a transitar de ser consumidor pasivo de la cultura local a ser un creador de cultura, de ser un repetidor producto de muchas escolarizaciones a ser un entendedor producto de la auto-reeducación.

En conclusión, si un individuo desea contribuir a esta propuesta de un Congreso Popular, o a otras propuestas de cambio social, y no quiere gatopardizarse, entonces debe también, en simultáneo, atender su trabajo histórico personal de auto-reeducarse.

Wednesday, January 22, 2014

¿La vida sobrenatural?

 

¿Qué crees que suceda después de la muerte?, ¿nada?, ¿más vida? ¿Qué piensas acerca de esto?

Habrá quien tiene resuelto por completo este asunto, como quien ya tramitó su credencial nacional de identidad, la tiene en su poder, no tiene motivo de preocupación alguna y observa con cierto descuello a quien aún no. Habrá quien afirma categórico que el asunto no le merece la menor importancia. Habrá quien pospone indefinidamente pensar al respecto. Habrá quien vive angustiado y siempre ocupado en hacer diligentemente todo aquello que se auto-asigne o le determinen sus prelados clericales o ministros de culto religioso de su predilección (o su imposición). Habrá quien vive en la certeza absoluta de conocer el esquema general en el que ocurrirán los eventos para el día después de su muerte, y para el devenir final de toda la humanidad. Habrá quien no haya dedicado tiempo para pensar por sí mismo al respecto. Etc.

Pero, ¿cuán relevantes son las preguntas, o las respuestas, acerca de otra cosa que no sea esta vida, la del momento presente, la de nuestra biósfera?

Hace algún tiempo que investigo diversas cosmovisiones filosóficas, desde una perspectiva antropológica, y las preguntas del inicio me provocan curiosidad. ¿Por qué el humano se hace esas preguntas? En lo personal no tengo una opinión sobre posibles respuestas pues no he desarrollado conocimiento alguno sobre supuestas vidas aparte de esta.

De lo que sí se puede pensar es de la potencial multiplicidad de la vida humana; es decir, hay mucho más vida humana por conocer, y por vivir si uno desea, que sólo la sugerida (o impuesta) por la cultura local. El dicho reza «cada cabeza es un mundo», y entonces hay muchos mundos por conocer más allá del propio. Y digo que tal multiplicidad es potencial pues depende del esfuerzo que cada uno haga para desarrollarla.

Recién leí un libro sobre diez teorías de la naturaleza humana (Leslie Stevenson y David L. Haberman). En el capítulo sobre el confucianismo se cita de las Analectas: «Cuando una vez se le preguntó sobre la adoración de los dioses y los espíritus, Confucio respondió: ‘Ni siquiera eres capaz de servir al hombre, ¿cómo podrías servir a los espíritus?’ Y cuando le interrogaron sobre la muerte dijo: ‘Ni siquiera comprendes la vida, ¿cómo podrías comprender la muerte?»