Sunday, October 9, 2016

La arquitectura de una pregunta

«¿Cuál es toda la verdad de la vida humana y de toda la realidad del ser y del existir?»

¡Vaya pregunta! Tal pregunta podría indicar que se busca saber algo. También podría provenir del deseo de expresar alguna emoción y no se espera respuesta alguna sino tan sólo manifestar algún estado interior. O podría ser una combinación de muchas otras opciones. Por ejemplo, el objetivo de semejante pregunta podría ser provocar el intento de dar una respuesta y así proceder a examinarla de manera atenta y con toda la disposición y la seriedad que requieren los términos usados: «verdad», «vida humana», «realidad», «ser», «existencia», –y ‘toda’, nada menos–. Esas quizá no sean palabras menores sino, por el contrario, conceptualizaciones de altísima importancia personal.

Tal pregunta, claro, también podría tan sólo ser una figura retórica como parte del preludio a un predefinido discurso proselitista cuya velada intención sea lograr más seguidores de alguna ideología con fines ya completamente establecidos y bien delimitados.

Pues bien, ¿cuál de todos es el caso de hacer tal pregunta aquí y ahora?

Aquí y ahora el caso es un ‘nano-ensayo’ dentro de un género literario particular llamado «género filosófico». Tal género es un encuentro entre literatura y filosofía, pero desde la literatura; es decir, en tal género la filosofía es interpretada como una forma de arte literario, nada más –pero, también, nada menos.

Aún no sé crear literatura pero llama mi atención lo que escucho de quienes sí; por ejemplo: lograr un texto literario implica causar cierto tipo de experiencia estética; es decir, impactar de alguna manera la percepción sensible. Otro ejemplo: una parte de la destreza literaria consiste en lograr un tipo de diálogo atemporal o experiencia compartida tanto para el escritor como para el lector.

Una ficción literaria funcionará en la medida en que cause el tipo de experiencia estética propia de su género. Para que una narrativa literaria funcione deberá convencer por medio de su consistencia y su verosimilitud al buscar simular lo mejor posible algún aspecto de la realidad. Otros géneros literarios funcionan de manera diferente.

En cualquier caso, la literatura para funcionar requiere que la audiencia participe. De otro modo, si el lector o espectador no se coloca en la sintonía adecuada de acuerdo al género, entonces aun la más exquisita obra de arte literario le resultaría vacía. Así que la literatura es como un refinado juego intelectual cuyo disfrute está en función de la destreza para jugarlo.

Una composición literaria del género filosófico funciona, en parte, en la medida en que se logre problematizar algo que tiene apariencia de obvio y cotidiano por medio de entrelazar preguntas y cuestionamientos con razones y argumentos a fin de hacer explícito lo que en realidad no es tan obvio y permanece sin respuestas claras ni para el autor ni para el lector. El tipo de experiencia estética buscada por una ficción filosófica no es precisamente agradable; por el contrario, este género funciona como provocador disruptivo, para ‘hacer ruido’, para ‘agitar las aguas’ de lo cotidiano y ‘hacer olas’ que perturben algo de lo tanto que damos por sentado. Pero, ¿para qué? Para pensar más a fondo algún asunto.

Tuesday, July 5, 2016

¿Qué es humano?

Somos animales, ¿cierto? Mamíferos primates. ¿Es verdad? Somos animales gregarios, sociales –todos los críos de la especie sobrevivieron porque nacimos en una manada o rebaño. Somos un tipo de ganado y nosotros mismos tomamos el rol del ganadero. Todo eso podría ser cierto, pero no es todo lo que es cierto acerca de la especie humana.

Mucho de lo que se puede decir de otras especies animales también se puede decir del humano pues somos mucho muy parecidos. Lenguaje, vida mental, emociones, y muchos otros rasgos que se consideraban exclusivos del humano están, al parecer, también presentes en otras especies animales. Entre lo que se podría decir del humano y no de otros animales es el nivel de su complejidad simbólica, i.e., imaginativa; pero esa diferencia no es de tipo sino sólo de grado. Al parecer es esa complejidad la que aporta para que este tipo de ganado que somos busque, en algunos casos, tomar más conciencia no sólo de que somos una variedad de ganado y de ganaderos, sino también de que quizá realmente no sabemos cómo desarrollar humanos. Es decir, dado el estado de nuestras sociedades, con nuestra enorme miseria moral y nuestras grotescas insuficiencias espirituales, parece que realmente no sabemos cómo cultivar humanos.

Sin embargo, si el número actual de personas vivas fuese una medida de saber cultivar humanos, y no sólo una medida de saber cómo reproducirse, entonces el objetivo último de la humanidad sería la mera sobrepoblación: Current World Population.

Si el conjunto de creencias, la ideología, aporta para la proliferación de humanos, entonces lo que se cree —lo que sea en cada caso— parece haber funcionado bien, a decir de la creciente sobrepoblación en muchos lugares del planeta.

El ganado humano, entonces, no sólo necesita cubrir las necesidades biológicas básicas para sobrevivir y proliferar; además, necesita efectivos sistemas de creencias que le permitan alimentar un rasgo del espíritu humano: la imaginación.

La mayoría de los rebaños humanos hemos podido sobrevivir y sobrepoblar a pesar de estar en el más craso analfabetismo científico: pocos de nosotros podríamos –por ejemplo– articular una cabal explicación científica de cómo la respiración de aire hace posible que nuestras células reciban el oxígeno para permanecer vivas.

Pero, al parecer, no es posible sobrevivir sin relatos —cualesquiera— que orienten nuestra imaginación y encausen nuestros sentimientos morales. El humano no sólo es un animal basado en procesos biológicos, también es un animal narrativo. No es una cosa, sino un proceso simbólico.

Lo propiamente humano, entonces, ocurre, emerge, como resultado de procesos narrativos. La familia, la escuela, la vecindad, el barrio, la sociedad, el Estado, la religión, el más allá y el más acá, etc.

Lo humano desaparece sin narraciones y sin imaginación.

¿Cómo está eso de que lo humano no es una cosa, sino un proceso simbólico? ¿Cómo que un “proceso”, y además ¡“simbólico”!?

Lo humano no es un objeto –una cosa–, sino un sujeto; es decir, una base o soporte de las vivencias, sensaciones y representaciones del ser individual. Ese ser individual es un proceso; es decir, ese ser emerge, o brota, al combinar continuamente elementos más básicos. El ser humano no es el resultado de ese proceso de combinación, sino el proceso mismo. Por otro lado, al resultado de ese proceso, al resultado del ser humano, se le llama «cultura humana».

Para ilustrar esta idea de persona como proceso usaré al fuego como analogía. El fuego es una reacción química y emerge de combinar oxígeno, calor y combustible. La existencia del fuego depende de esa combinación continua. Si alguno de esos elementos más básicos no está presente en la combinación entonces en ese momento el fuego cesa de existir. El fuego no es un objeto, sino un proceso llamado combustión.

Lo húmedo del agua es también una ilustración de algo que emerge o brota a partir de elementos constituyentes más básicos. Una molécula individual de agua no es húmeda; esa propiedad simplemente no está presente ahí. Sin embargo, la propiedad de lo húmedo sólo aparece al combinar muchas de esas moléculas individuales.

El aspecto simbólico consiste en la capacidad del ser humano para usar signos o símbolos que refieran a algo distinto que el signo mismo. Por ejemplo, todos los signos escritos que ahora estoy usando refieren a ideas, las cuales son algo distinto que estos signos en particular.

La idea de que una persona es un proceso simbólico puede ayudar a comprender mejor qué somos y cómo podemos, o no, aprender –es decir, cambiar.

Wednesday, June 1, 2016

¿La injuria proviene del dolor?

Empecé a publicar notas personales en Internet desde, aprox., 1999. En varias ocasiones he aclarado que escribo principalmente para mí: para intentar ordenar mis ideas y para reflexionar. En ocasiones también escribo para provocar debate y controversia pues así también he aprendido mucho de otros.

Los insultos y las injurias han sido muy pocas, pero de vez en cuando alguien se anima y agrega un comentario ofensivo; típicamente de manera anónima. En cada ocasión me quedo algo aturdido y preguntándome si mi texto fue malinterpretado por mi pobre redacción o si en realidad publiqué una grotesca equivocación.

En la injuria más reciente alguien me dijo, literalmente: “Ya...djat de pndjds, mejor dedícate a tu vida y no critiques a nadie”.

Un rasgo común en todos estos casos es una especie de amonestación para que ya no publique más notas y para que mejor haga lo que me dice que debo hacer. Al parecer, según estos personajes, sólo debo publicar algo que sea de su agrado y si no es así entonces mejor que no publique nada.

Está claro que aún no sé escribir y que debo primero ordenar mucho mejor mis ideas antes de publicarlas. Pero no puedo hacer mucho por la situación de quienes comentan guiados por algún dolor o frustración personal.

En algunos sitios particulares, como Facebook, alguien puede ‘bloquear’ las notas indeseables. Eso funcionaría para los posts en Facebook. Pero Facebook no es igual a Internet. Ahí, así como en la calle (vía pública), puede ser un mundo mucho más variado y ‘salvaje’ en términos de la cantidad de personas diferentes con las que se puede topar uno (o mis notas).

Pareciera que en cada nota debiera aclarar que, en parte, la nota es una introspección de mi propia propensión hacia el error y hacia la tentación del fanatismo; es decir, un ejercicio de autocrítica, un diálogo conmigo mismo: entre quien soy ahora y quien fui en el pasado.

Sunday, February 28, 2016

“El Sistema”

“El Sistema”, en referencia a un sistema socio-político-económico imperante, es como un ente dominador irresistible y con apariencia de inmutable: «tú no puedes cambiar a “El Sistema”» —dicta la noción derrotista y murmuradora. A tal noción no le faltarán razones, pero, si reconocemos que la razón siempre acude puntual adonde se le cite, es decir que una razón afuera de su debido esquema conceptual se puede tornar irracional, es posible, entonces, diseñar esquemas conceptuales donde la suicida noción de marras simplemente sea falsa.

Si soy una parte de “El Sistema” y al mismo tiempo cultivo la autocrítica, entonces tengo a mi alcance directo una pequeña parte de ese ente supuestamente invencible para transformarlo de maneras relevantes. Por ejemplo, si puedo reconocer la medida en que “mis” opiniones realmente no son mías sino copias de otras en los naturales procesos socioculturales, entonces podría cultivar dudas atinadas con las que desarrolle más conciencia de mi lugar en el gran panorama de las realidades humanas.

Para cultivar esa conciencia quizá no sea necesario un estudio amplísimo de las varias versiones propuestas de historia universal, quizá —para empezar— tan sólo sea suficiente un desapegado atisbo a la variedad de historias universales ya disponibles.

Por fortuna, también ayuda enterarse de las variadas propuestas para transformar a “El Sistema” en turno. Algunos ejemplos contemporáneos serían A. Nicholas Frank y su hija Elisa Frank con su «Holigent Solution», o también el «Venus Project» de Jacque Fresco y Roxanne Meadows: The Choice is Ours (2016) Official Full Version (25 Language Subtitles).

Sunday, January 10, 2016

Abjurar mi cristianismo

En la ocasión anterior propuse retóricamente la pregunta «¿Conquistar al mundo para Cristo?» y mencioné de manera resumida cómo llegué a hacer lo antes impensable para mí: abjurar mi cristianismo. Ahora mencionaré, también de manera muy breve, la segunda razón de fondo por la que llegué a consumar lo antes impensable.

Para mí, una suposición primordial para buscar ser cristiano llegó a ser que el individuo pudiera conocer sin intermediarios a Jesucristo como persona presente a través de la Biblia y a través de la vida en iglesia. Una vez que tal suposición resultó falsa, y que lo único al alcance del individuo es rendir su voluntad a los pies de una comunidad cuasi-jerárquica y que tal comunidad suele estar dirigida por clérigos y administradores de ritos (ministros de culto), entonces mi relación con el cristianismo giró alrededor de la pregunta sobre el sistema moral imperante en esta, o en aquella, o en esa otra congregación por allá; incluyendo el sistema moral en un supuesto “cristianismo primitivo” durante el primer siglo.

Identifiqué una regularidad en esos sistemas morales cristianos: una cierta idea de verdad en el cristianismo está mucho muy por encima de otros valores como la libertad e incluso por encima del amor. Tal esquema de valores está impregnado muy hondo en el cristianismo y explica mucho del porqué su maltrato a lo diferente y su desprecio a la verdad del otro.

Reconocí que tal esquema de valores llegó a ser muy problemático para mí. Además, al examinar mi recorrido a lo largo de los años como alguien guiado por ese esquema de valores, y al proyectar tal recorrido hacia adelante, resultó un panorama insoportable para mí y llegué a rechazar tal panorama para mi vida.

Simplemente el cristianismo dejó de ser algo edificante para mí.

Por fortuna, como adulto no estoy obligado a someterme a un sistema moral en particular, sino que la adultez, precisamente, incluye la opción de desarrollar un sistema moral propio. Por supuesto, es un recorrido mucho más difícil y mucho más arriesgado, pero eso es una opción para alguien que aspira a la adultez.

Friday, January 8, 2016

¿Conquistar al mundo para Cristo?

Douglas Arthur-ILC opening from DTV on Vimeo.

Después de una hora y cinco minutos (1:05:35) Douglas Arthur inicia su discurso, y después de escucharlo pensé: ya son más de treinta años y, sin importar los fracasos, insisten en la misma megalomanía de “conquistar al mundo para Cristo”. ¿No acaso eso ya fue hecho hace siglos? Gran parte del mundo “occidental” ahora no se puede entender sin la marcada influencia de la diversidad de cristianismos.

Alrededor del año 1995 tomé más conciencia de que la clave del cristianismo era la fe en Jesús, El Cristo, como persona presente. Las iglesias y sus problemas era algo secundario. Sin importar la congregación lo trascendental era una vida centrada en Jesucristo y en la labor de ser su discípulo, y ayudar y ser ayudado en tal fin.

El 11 de mayo de 2011 abandoné, de manera pública, toda forma de cristianismo. Jamás antes pensé que yo haría tal cosa. Nunca antes pasó por mi mente dar la espalda a Jesús, El Cristo.

¿Cómo llegué a hacer lo impensable?

La respuesta corta es: en mi indagación bíblica personal no logré constatar un Jesús, sino muchos, diversos y discrepantes personajes, todos llamados Jesús; en otras palabras, no hallé a la misma persona presente con un mismo carácter al cual conocer sino sólo los anhelos de escribas que construyeron personajes idealizados conforme a sus propias suposiciones sobre Jesús o sobre el cristianismo que buscaban prescribir a los demás. En resumen: no encontré un Jesús, como persona presente, al cual conocer y seguir. Mi búsqueda por esa persona terminó al no encontrarla entre las neblinas de la historia y la idea de Cristo que antes me impulsó dentro del cristianismo se desvaneció sin remedio en la distancia de más de veinte siglos.

Por fortuna, el cristianismo no tiene el monopolio sobre las virtudes humanas. Por fortuna, todo aquel carácter divino en mi idealización de Jesucristo en realidad está también presente en la condición humana. No es necesario saber nada de un supuesto mundo sobrenatural para buscar lo divino, lo supremo, lo venerable, aquí y ahora, en este mundo natural.

Lo anterior en realidad fue para llegar a decir que la influencia del cristianismo en el mundo alrededor es abundante si tomo como cristianismo a todos los personajes llamados Jesús tanto en la Biblia como en las tradiciones cristianas alrededor de las diversas facetas de Jesús. Es decir, el cristianismo no tiene el monopolio ni de la virtud ni del vicio humanos. Hay mucha virtud y vicio, ambos, en el mundo alrededor con una marcada influencia cristiana cuyo origen es alguna de las facetas de Jesucristo.

Sunday, January 3, 2016

Encandilamientos

La reflexión moral pertenece al individuo pensante, pero pensar es trabajo muy duro. No pocos, por eso, mejor eligen rendir inermes su libertad moral a los pies de embaucadores auto-revestidos de una supuesta superioridad religiosa, como ante aquellos encandiladores que afirman conocer “lo que Dios quiere”.

Ambos, apantallantes y apantallados, tienen “fe” y, según afirman los que dicen saber, no se puede hacer nada contra eso —como si por “fe” se entendiera lo mismo en todas partes y por toda persona.

Quien estudie la historia contemporánea de la diversidad de cristianismos deberá tomar conciencia de los métodos disponibles de análisis y síntesis para llegar a conclusiones (provisionales, nunca definitivas) sobre esos cristianismos gregarios que, al parecer, no dejan de cautivar audiencias deseosas de poseer el monopolio de “la verdad”.

El siguiente video me hace reflexionar sobre la acción y los efectos de la palabra encandilar.

http://youtu.be/SaPPv7quqPE