Tuesday, April 25, 2017

El color no existe

Una de las cuestiones que para mí encierra lo interesante del caso es: ¿cuán confiable es nuestra *percepción* de la realidad? Es decir, una cosa es la realidad extralingüística en sí y otra cosa es la percepción que tenemos de esa realidad. Ambas tienen formas diferentes de existencia. Un ejemplo curioso es la experiencia general del color. Lo subjetivo del color sólo existe en nuestra percepción; afuera de ella no sabemos “de qué color es la realidad”. La experiencia subjetiva del color es –digamos– un tipo de espejismo en el mundo simbólico humano. La ciencia nos informa sobre los fenómenos del espectro de luz visible y de sus longitudes de onda, pero en ningún lugar de esos hechos físicos reside la experiencia subjetiva del color, sólo en un sistema nervioso humano vivo —hasta donde podemos decir de manera justificada—. ¡¿No es fascinante?!

Hace algún tiempo publiqué una nota cuyo título intenté fuese revoltoso o provocador: El color no existe.

El chiste para mí de todo esto, en parte, es el hábito de cuestionar mi percepción de cualquier asunto de importancia personal. Con mucha frecuencia encuentro que tal percepción puede diferir significativamente de la realidad —misma que suele permanecer siempre compleja y siempre múltiple.

La sola posibilidad de que nuestro sistema nervioso sea incapaz de representar de manera nítida la total realidad de algo –por ejemplo, el color– es suficiente para abandonar toda falsa esperanza de contar con certezas absolutas. Por lo que decir “podría ser”, usualmente, es atinado. La percepción humana “podría ser” una alucinación controlada e intersubjetiva que funciona igual para todos los que tenemos un sistema nervioso central humano.

Wednesday, April 5, 2017

El mercado de la “auto-ayuda”

¿Qué problema hay con el mercado de la “auto-ayuda” (grupos, libros, grupos, conferencias, cursos, etc.)?

Si es lo único que está al alcance, si sólo hay de eso, pues el problema inicial es precisamente la falta de opciones. La excesiva sobresimplificación característica de los productos de ese mercado es también uno de sus principales problemas. Una consecuencia de tal exceso es un contenido disminuido que da pauta para insulsas tergiversaciones del tema en cuestión. Una analogía con la comida chatarra repleta de calorías vacías y sin substancia no está fuera de lugar: «¡Sabe a pollo, pero el problema es que no contiene pollo!»

Otro problema desde el inicio con ese tipo de “auto-ayuda”: que no conlleva el «por sí mismo» del prefijo «auto-», sino que conlleva una dependencia hacia un intermediario. Una dependencia en la que el interesado nunca accede directamente al tema en cuestión sino siempre lo hace a través de la interpretación del intermediario.

No tengo problema con el hecho inevitable de depender de otros. Pero una dependencia malsana, permanente y abusiva, sí representa un problema para mí. Un intento permanente por hacer pasar la mera apariencia como si fuese realidad no representa ayuda alguna, sino un deterioro de la situación típicamente en perjuicio de quien se supone necesita ayuda. Peor aún cuando esa mera apariencia se vende con la etiqueta de “lo mejor” o “lo más práctico”. ¡Ojalá hubiese pragmatismo en el asunto! Pero no lo hay, tan sólo superficialidad y en algunos casos negligencia.

Estaba pensando en ejemplos. Tengo varios. Un rasgo común en esos ejemplos es que nos quedamos satisfechos con alguna respuesta y dejamos de preguntar o de cuestionar el asunto. Podría decir que elegir de manera permanente la superficialidad es parte de la raíz de los problemas con el mercado de la “auto-ayuda”.