El delito de secuestro implica un infierno indeleble para una familia. Tan sólo un vago intento por imaginarlo produce un horror profundo. Imaginar a un miembro de la familia como rehén, indefenso e inerme, en manos de algún grupo criminal impone la brutal pregunta ¿cómo proceder ante semejante posibilidad? Definitivamente una situación donde se requiere toda la adultez posible y tanta madurez emocional e intelectual como se haya desarrollado a la fecha.
El nivel de dolor por la pérdida de la libertad y el abuso sobre una persona sólo sería comparable con el nivel de alivio cuando dicha libertad es recuperada y el abuso termina. Sospecho que entre más detalles se conozcan y más cercanía haya con un caso de secuestro más intensamente se experimentarían esos niveles de dolor y alivio. Así mismo, entre menos se conozca de un caso entonces la idea del secuestro tendería a permanecer en lo abstracto del delito que le sucede a algún otro, “allá, en algún lugar en la sociedad”, y por suerte de una conveniente coyuntura se justifica la actitud que llamo un «cinismo conservador». Actitud por la cual un tema abrumador es despachado de un solo plumazo con frases como “No te desgastes pensando, especialmente pensando en cosas de las que no tienes ningún control.”
¿Hasta qué punto es cierto el cinismo conservador? Parece definitivo que no es una posición en contra pero hasta qué punto es una posición en favor de la pérdida de libertad y del abuso sobre las personas. ¿Cuánto aporta el cinismo conservador al problema? ¿Habrá alguna situación, en una esfera y escala distinta, que pueda ayudar a aproximarnos a posibles respuestas? Quizá si pensamos en otras formas de pérdida de libertad y abuso sobre las personas podremos seguir indagando este tema que el cinismo conservador descarta como “pérdida de tiempo”.
El secuestro que ejercen algunas sectas religiosas sobre las personas que no tienen su sentido crítico desarrollado podría servir para nuestra indagación. Ese tipo de secuestro es suficientemente complejo para no pasar como trivial y no tiene el mismo nivel de dolo que el secuestro por rescate; además, es suficientemente frecuente para empujarnos a reflexionar sobre nuestra participación en el mismo.
Las sectas religiosas en cuestión imponen diferentes tipos de restricciones a la libertad de sus miembros y en una variedad de aspectos, desde la esfera de lo psicológico, lo económico, lo conductual y en no pocos casos hasta en la esfera de las relaciones sentimentales y sexuales. El abuso no aplica para quien tiene la capacidad para decidir con plena conciencia y decir no. El caso de estudio aplica precisamente para quien está indefenso e inerme ante la situación y no tiene la capacidad mínima para salir por sí mismo de ella; es decir, es un rehén de la secta religiosa. Este es el caso, por ejemplo, tanto de los infantes que son declarados miembros de la religión de sus padres como lo es de aquellos adultos quienes son adoctrinados sin tener plena conciencia de lo que hacen y que quizá ni siquiera se les permita desarrollar esa conciencia.
En este punto podría estar claramente implicado que una gran parte de la población sería rehén de algún tipo de secta o religión de corte dogmático y autoritario. La cantidad y la proliferación de dichos grupos religiosos es un hecho que requiere reflexión y análisis para llegar a una opinión balanceada sobre el origen y los propósitos de esos grupos.
Por supuesto, y aquí llego a la médula del tema, esta indagación exige hacernos preguntas, quizá incómodas, como ¿cuán libre realmente soy?, ¿qué evidencia hay para saber que no estoy mintiendo a mí mismo al creer que soy libre?, ¿puedo pensar y actuar más allá de los límites de lo culturalmente establecido?, ¿hasta qué punto se justifica decir que si creo que el cinismo conservador es cierto entonces soy responsable indirecto de actos como los cometidos por las sectas religiosas?, ¿será cierto que no puedo hacer nada ante la pérdida de mi libertad de conciencia y ante el abuso sobre mí por parte de intereses de terceros?
Hay buenos libros sobre los rasgos comunes de las sectas peligrosas, y esos libros pueden ayudar a saber si uno es parte de una secta de ese tipo. Uno de esos rasgos consiste en mantener como objetivo una supuesta “pureza moral”. Recién reflexioné sobre esa idea y algunas de sus perniciosas consecuencias: ¿Pureza moral?
Quizá el concepto de secta religiosa no deba restringirse a las de corte religioso pues no son las únicas sectas peligrosas. ¿No acaso son también peligrosas otras sectas de naturaleza socioeconómica o política? Pero esa indagación la continuaré después.
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