Según Bernard Mandeville, en «La fábula de las abejas», el control del humano por el mismo humano requiere una especie de ‘trampa astuta’ por la cual una sociedad pueda sobrevivir y no extinguirse por causa de una barbarie totalizada. La trampa hace creer por igual al amo y al esclavo que su vida es en realidad muy distinta a la del otro, y que la cadena jerárquica de vasallaje no condiciona a ambos por igual. Mandeville se pregunta por algún tipo de trampa política en la que el prisionero quede seducido y participe sin saberlo como cómplice de su propio encarcelamiento.
El tipo de artimaña requerida ha sido ilustrada por un ejercicio teórico conocido como ‘la trampa para monos’: una calabaza agujereada con un fruto en su interior. El mono puede meter la mano abierta pero no puede sacar el puño cerrado con el fruto. Entonces el dilema es recuperar la libertad y renunciar al fruto, o retener el fruto a costa de su libertad, a pesar de no poder comerlo.
La trampa funciona mejor en la medida en que el fruto sea un bien imaginario o una ficción social, lo cual seduzca a tal grado que impida la percepción del disimulo en que se ha caído.
Por supuesto, la estratagema ocurriría en una amplia variedad de ámbitos dentro de nuestra sociedad tan profundamente condicionada por la inconciencia, donde la reflexión crítica no es ni lo popular ni lo glamoroso; donde la corriente sociocultural impone al individuo verse en sus mercancías: soy mi celular, soy mi automóvil, …soy mis adquisiciones.
La trampa es tal en la medida en que el individuo no cultive sus facultades básicas, como su destreza para pensar de manera crítica, para corroborar antes de saltar a conclusiones, para cavilar de manera pausada e iconoclasta, para dudar con tino. Es decir, la trampa no es una narcisista idea de conspiración de “ellos” contra “nosotros”, en la que “nosotros” nos asumimos tan importantes como para estar presentes en la mente de “ellos”, sino un efecto de nuestras propias insuficiencias.
En la sociedad en general no hay una trampa puesta por alguien para que nosotros caigamos en ella. No hay conspiración sino la que podemos constatar*. La trampa es nuestro propio nivel de inconciencia, de descuido, de ausencia de estudio y falta de dedicación al cultivo de nuestra propia humanidad.
*Algunas notas sobre conspiro-paranoia:
No comments:
Post a Comment