Ante tanto que hay en este mundo, ahora procuro primero entender para luego intentar un juicio informado y atinado. Por ejemplo, no soy dueño de ninguna obra del dadaísmo, eso no me impide que busque entender qué es y por qué se originan históricamente esas expresiones artísticas: la demencia, los desquicios y los sinsentidos que encarnaron las guerras mundiales del siglo pasado quedaron bien representados por los dadaístas.
El arte, el ejercicio estético, no sólo es acerca de lo bello y lo sublime, sino también sobre lo grotesco y lo repulsivo en la realidad. Expresar y representar toda la realidad, no sólo lo agradable, es trabajo del arte y de la estética en su sentido amplio para conocernos más a nosotros mismos,
En la música también hay casos similares.
Hay arte para todo y para todos. El arte sirve para explorar nuestra vida interior y conocerse más uno mismo. En esa exploración puedo encontrar lo bello y lo sublime para mi propia transformación; por ejemplo, nunca más seré el mismo después de haber escuchado estéticamente la sonata 14 de Beethoven. Pero la transformación no sólo puede provenir de ese tipo de experiencias estéticas, sino también de otras formas de arte.
Por ejemplo, lo que percibo como grotesco o como repulsivo podría ayudarme a constatar el grado propio de mojigato, i.e., beato hazañero que hace escrúpulo de todo; y hazañería como la demostración o expresión afectada con que alguien da a entender que teme, se admira o siente entusiasmo, no teniendo motivo para ello.
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