Pues es cierto, estos son un tipo de cristianos verdaderos. Así, controladores y abusivos, como han sido en la historia de los cristianismos verdaderos. Para decirlo con honestidad, y sin ánimo de ofenderme sino de reconocer la autocrítica más básica: fui uno de esos cristianos verdaderos en una secta fanática pues yo tenía una marcada mentalidad de esclavo analfabeta, para quien la insulsa idea de tener convicciones profundas fue signo de tener el monopolio de la verdad.
¿Y por qué analfabeta? Por una variedad de razones. Para empezar, deletrear el abecedario castellano contemporáneo y poder leer y escribir palabras o frases sueltas es tan sólo el nivel más básico, pero no por ese escueto hecho se puede afirmar que alguien haya superado toda forma de analfabetismo. La rotunda realidad es que yo, el joven menso de esa época, no sabía leer ni escribir más allá del nivel más básico, a pesar de contar en ese punto con más de 14 años de escolarizaciones. La evidencia está en la total ausencia de composición escrita alguna de esa época que indique lo contrario. Para 1990, después de muchas ilustraciones ocurridas a lo largo de ya muchos siglos, es trágico que un joven de veinte años permanezca incapaz de articular una composición escrita de sus ideas, o que por lo menos tenga la capacidad de lectura crítica, ya sin exigir un nivel respetable de lectura sintópica. A la fecha mi condición analfabeta no ha cambiado mucho, tan sólo empiezo a tomar conciencia de la grotesca dimensión de mi analfabetismo.
Además, el estado de analfabeto no sólo es la incapacidad para leer o escribir, sino también un estado de tosquedad intelectual, de ausencia de auto-cultivo y de profanidad en general. Un estado circunscrito de manera exclusiva a la satisfacción instantánea, en el que sólo existe lo dado por la sensibilidad inmediata y local, y en donde la realidad total queda reducida a lo percibido con los sentidos físicos, y toda expresión conceptual o argumento racional se toman a bofa y sarcasmo.
¿Que por qué analfabeta? Va la segunda razón. Porque mi idea de cristianismo en esa época no pasaba de una tradición parroquial, a pesar de que han transcurrido más de dos mil años de historia de diversidad de cristianismos, más de veinte siglos de devenir histórico de muchos cristianismos en el acontecer de la así llamada cultura occidental, a la que supuestamente pertenezco pero de la cual he permanecido casi por completo analfabeta. Si mi interés era el cristianismo en general, entonces el último lugar para conocer de eso era rendir mi voluntad a los pies de semejantes analfabetas igual que yo, quizá algunos bienintencionados, pero con una conducta de pillos socarrones por igual.
En retrospectiva, mi interés real fue intentar disminuir mis insuficiencias de carácter e ir en pos de valores como el auto-control, el amor fraternal, la honestidad, el compromiso con la verdad, etc. Ahora reconozco que ningún cristianismo tiene el monopolio de esos valores humanos. En mi caso, las formas de cristianismos imperantes, centrados en sistemas doctrinarios, estorban en mi recorrido para perseguir ese interés primario.
¿Y por qué esclavo? El tipo de esclavitud al que me refiero es aquella sujeción rigurosa y excesiva por la cual una persona se ve sometida a las formas de la cultura local, situación de la cual tal persona suele permanecer inconsciente. Por ejemplo, esa pasión por la creencia de que un orden entre personas siempre requiere la aceptación acrítica de una sola interpretación estándar que sirva como base común para todos, ya sea en ética, en política, religión, o en cualquier profesión. Por esa marcada mentalidad de esclavo, y de joven menso, me recluté con total disposición a renunciar a mi libertad de conciencia para someterme, rendido, enamorado de una forma particular de cristianismo y para enlistarme en una cofradía de esclavitud bajo la fallida consigna de recuperar un supuesto “cristianismo puro”.
No comments:
Post a Comment