«¿Cuál es toda la verdad de la vida humana y de toda la realidad del ser y del existir?»
¡Vaya pregunta! Tal pregunta podría indicar que se busca saber algo. También podría provenir del deseo de expresar alguna emoción y no se espera respuesta alguna sino tan sólo manifestar algún estado interior. O podría ser una combinación de muchas otras opciones. Por ejemplo, el objetivo de semejante pregunta podría ser provocar el intento de dar una respuesta y así proceder a examinarla de manera atenta y con toda la disposición y la seriedad que requieren los términos usados: «verdad», «vida humana», «realidad», «ser», «existencia», –y ‘toda’, nada menos–. Esas quizá no sean palabras menores sino, por el contrario, conceptualizaciones de altísima importancia personal.
Tal pregunta, claro, también podría tan sólo ser una figura retórica como parte del preludio a un predefinido discurso proselitista cuya velada intención sea lograr más seguidores de alguna ideología con fines ya completamente establecidos y bien delimitados.
Pues bien, ¿cuál de todos es el caso de hacer tal pregunta aquí y ahora?
Aquí y ahora el caso es un ‘nano-ensayo’ dentro de un género literario particular llamado «género filosófico». Tal género es un encuentro entre literatura y filosofía, pero desde la literatura; es decir, en tal género la filosofía es interpretada como una forma de arte literario, nada más –pero, también, nada menos.
Aún no sé crear literatura pero llama mi atención lo que escucho de quienes sí; por ejemplo: lograr un texto literario implica causar cierto tipo de experiencia estética; es decir, impactar de alguna manera la percepción sensible. Otro ejemplo: una parte de la destreza literaria consiste en lograr un tipo de diálogo atemporal o experiencia compartida tanto para el escritor como para el lector.
Una ficción literaria funcionará en la medida en que cause el tipo de experiencia estética propia de su género. Para que una narrativa literaria funcione deberá convencer por medio de su consistencia y su verosimilitud al buscar simular lo mejor posible algún aspecto de la realidad. Otros géneros literarios funcionan de manera diferente.
En cualquier caso, la literatura para funcionar requiere que la audiencia participe. De otro modo, si el lector o espectador no se coloca en la sintonía adecuada de acuerdo al género, entonces aun la más exquisita obra de arte literario le resultaría vacía. Así que la literatura es como un refinado juego intelectual cuyo disfrute está en función de la destreza para jugarlo.
Una composición literaria del género filosófico funciona, en parte, en la medida en que se logre problematizar algo que tiene apariencia de obvio y cotidiano por medio de entrelazar preguntas y cuestionamientos con razones y argumentos a fin de hacer explícito lo que en realidad no es tan obvio y permanece sin respuestas claras ni para el autor ni para el lector. El tipo de experiencia estética buscada por una ficción filosófica no es precisamente agradable; por el contrario, este género funciona como provocador disruptivo, para ‘hacer ruido’, para ‘agitar las aguas’ de lo cotidiano y ‘hacer olas’ que perturben algo de lo tanto que damos por sentado. Pero, ¿para qué? ☛ Para pensar más a fondo algún asunto.
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