¿Se pueden conocer los pensamientos y las intenciones de las deidades judeocristianas?
Es una muy buena pregunta. Habrá teorías psicológicas que puedan ofrecer algunas perspectivas. Por otro lado, hay otro tipo de teorías, las teorías teológicas, que establecen a la «revelación» como el pilar del conocimiento teológico; sin embargo, necesitaremos ayuda de otro grupo de teorías, inclusive antropológicas y también filosóficas, para dilucidar el alcance de nuestra interpretación de lo «revelado».
Dado que el estado del mundo religioso se debe, en parte, a las interpretaciones históricas de lo «revelado», entonces entiendo la pertinencia del grupo de teorías teológicas que ya no consideran a lo «revelado» o lo sobrenatural como algo de relevancia para el ejercicio teológico. Como dijo Feuerbach y otros: la teología es antropología.
Pero el conocimiento es poder, y si se tiene el control del conocimiento —aunque este supuesto conocimiento sea tan sólo aparente¬— entonces se tiene el control sobre los que no lo tienen.
No es raro entonces encontrar jerarquías, cual pirámides, donde el conocimiento se controla desde la cúspide y desde la cual se controla al resto de la estructura.
¿En dónde se observa esa manera de proceder y de organizarse? Pues, por ejemplo, en la religión institucionalizada. Quizá es la manera más popularmente conocida y por eso se llevan esos patrones organizacionales a todos lados, gobierno, escuela, y muchos tipos de corporaciones: un prelado jerárquico compuesto de ministros de culto o clero regular que dictaminan el qué y el cómo para todo el clero secular o feligresía.
Sospecho que para no pocos casos la secuencia histórica ocurre así: primero, algún prelado de muy alta jerarquía se asigna la encomienda de pensar teológicamente, y se aprovisiona del tiempo y de los recursos para abordar el ejercicio teológico. Luego, al constatar de qué va el pensamiento teológico, y por alguna curiosa y muy conveniente razón, ese prelado decide que el resto de la feligresía no podrá afrontar directamente una materia de estudio como la teología, o que no deberá permitírsele exponerse a esa materia de estudio pues no tendría la capacidad para entenderla y fácilmente podría malinterpretarla para su propio menoscabo espiritual. Entonces resulta que los pocos en ese diminuto prelado —diminuto en comparación con el resto de la feligresía— se presentan a sí mismos como los benefactores de todos los demás, pues hacen por ellos el arduo trabajo de pensar teológicamente. Lo único que la feligresía tiene que hacer es aceptar y acatar todo lo que se les diga, por su propio bien.
Sin embargo, como es el caso del pensamiento científico, el pensamiento filosófico, y otros, también el pensamiento teológico es para todo aquel interesado, y no se necesita permiso de nadie para ejercerlo, tan sólo el permiso de la propia conciencia que nos impide vociferar meras opiniones sobre un tema sobre el cual no hayamos primero investigado a fondo y con amplitud de miras.
Reflexiones adicionales en la siguiente página: ¿Erudición cristiana?
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