«¿Por qué no hablamos en un lenguaje donde nos entendamos, que nos enriquezca y no sólo sirva para beneficiar al que habla para nosotros?.
A mi parecer, quienes dan conferencias, participan en debates y otros espacios, lugares de comunicación oral, discusión, etc. Estos individuos, suelen hablar constantemente utilizando cultismos, soltando palabras técnicas, dándoselas de lo sabios, expertos que son al dominar una multitud de términos o conceptos abstractos (no son fáciles de definir, teóricos, como "libertad", "amor", "responsabilidad", "guerra", "paz", "tolerancia", etc), cada cuál más enrevesado (difícil). Para mí estas personas lo único que demuestran con su actitud, es una gran ignorancia, junto una completa falta de educación, de respeto por el auditorio. (los oyentes). Con una verborrea (palabrería, comunicación unidireccional-en una sola dirección), sin que ésta sea recibida de manera descodificada. Veámoslo con ejemplos:
1) Sería igual que si mantenemos una conversación por teléfono con alguien, pero hay poca cobertura, por lo que no podemos seguir la conversación. Una buena información transmitida, a mi modo de ver, lo que no significa que tenga que ser compartido el punto de vista mío, nos permitiría poder continuar hablando con la otra persona sin que hubiera problemas, ruidos de fondo o pitidos en el teléfono móvil o de casa, que impidan que nos llegue la información.
2) Otro ejemplo con la situación que planteo está en imaginar que se nos presenta un puzzle no resuelto, y que encima no haya posibilidad alguna de armarlo u ordenarlo, en nuestro cerebro, porque anteriormente no nos han explicado cómo hay que encajar las piezas.
Personalmente, creo que el comunicador, al menos debería molestarse, en permitir que las personas asistentes puedan ir montando el puzzle (siguiendo con el ejemplo anterior), a medida que van escuchando, comprendiendo lo que se dice.
El problema con los mencionados emisores (los que cuentan las cosas), es que por lo general participan de un monólogo, similares a los que observamos en el programa de televisión del club de la comedia, pero sin que haya público que se ría de los chistes, porque nadie ha entendido que se cuenta ¿Se lo imaginan? Lo abuchearíamos, protestaríamos sin parar.
Ellos (esta clase de oradores, lo único que hacen durante su aburrida exposición de ideas, es darse coba, peloteo, bombo como se suele decir, mostrando una actitud chulesca, propia de intelectuales que se creen superiores al resto, profesorcillos que dan aparentes lecciones de todo su inmenso conocimiento, pero sin que sepas de que diantres hablan, tal que si escuchásemos a alguien hablando en otra lengua que nos es completamente desconocida. Para colmo, ni se dignan a definir o aclarar bien las palabras que salen de sus bocas. Las personas con esta actitud, reflejan lo incapacitadas que están en realidad para contribuir y aportar algo a la sociedad, la gente.
Al final, el público acaba por perder el interés, con abundancia de bostezos y algún que otro ronquido, debido a una aburrida y larga charla, realizada para unos pocos privilegiados, elegidos que capten el sentido y significado de los puntos, argumentos que se han defendido. Es decir, saber de que va el rollazo que nos han largado.
A este tipo de comunicadores les respondo que:
Si nada más que se entienden ustedes mismos, si se olvidan que hay personas que no están al tanto (por los motivos que sean) del tema sobre el que debaten, explican o hablan. Si aparte, son incapaces de adaptar su lenguaje, para que los oyentes puedan coger alguna parte de su discurso oral (charla). Entonces, mejor váyanse a su casa a mirarse al espejo, y dialoguen con su amada imagen reflejada en él. Por lo menos el espejo no sentirá dolor de cabeza. (sic)» —Jorge Beautell Bento