Empecé a publicar notas personales en Internet desde, aprox., 1999. En varias ocasiones he aclarado que escribo principalmente para mí: para intentar ordenar mis ideas y para reflexionar. En ocasiones también escribo para provocar debate y controversia pues así también he aprendido mucho de otros.
Los insultos y las injurias han sido muy pocas, pero de vez en cuando alguien se anima y agrega un comentario ofensivo; típicamente de manera anónima. En cada ocasión me quedo algo aturdido y preguntándome si mi texto fue malinterpretado por mi pobre redacción o si en realidad publiqué una grotesca equivocación.
En la injuria más reciente alguien me dijo, literalmente: “Ya...djat de pndjds, mejor dedícate a tu vida y no critiques a nadie”.
Un rasgo común en todos estos casos es una especie de amonestación para que ya no publique más notas y para que mejor haga lo que me dice que debo hacer. Al parecer, según estos personajes, sólo debo publicar algo que sea de su agrado y si no es así entonces mejor que no publique nada.
Está claro que aún no sé escribir y que debo primero ordenar mucho mejor mis ideas antes de publicarlas. Pero no puedo hacer mucho por la situación de quienes comentan guiados por algún dolor o frustración personal.
En algunos sitios particulares, como Facebook, alguien puede ‘bloquear’ las notas indeseables. Eso funcionaría para los posts en Facebook. Pero Facebook no es igual a Internet. Ahí, así como en la calle (vía pública), puede ser un mundo mucho más variado y ‘salvaje’ en términos de la cantidad de personas diferentes con las que se puede topar uno (o mis notas).
Pareciera que en cada nota debiera aclarar que, en parte, la nota es una introspección de mi propia propensión hacia el error y hacia la tentación del fanatismo; es decir, un ejercicio de autocrítica, un diálogo conmigo mismo: entre quien soy ahora y quien fui en el pasado.
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