Algunos amigos y familiares hemos coincidido en una imperiosa necesidad de dar cuenta propia ante la pregunta perenne: qué es la filosofía, y ante los hondos problemas que la filosofía plantea. A la fecha, cada uno a su manera ordena sus ideas sobre el tema de nuestra más reciente sesión de un seminario de introducción a la filosofía, que es parte de un proyecto más amplio llamado Universidad popular. ¿Para qué? Pues cada uno tiene sus motivos muy personales. Para mí ha significado una oportunidad para ensayar y constituir alguna estrategia general que sirva como basamento de mi auto-reeducación. En este punto en la vida ya he, por demás, comprobado mi altísima propensión al error, y la estrechez de miras en mis así llamados estudios dentro de un sistema universitario tradicionalista. Por lo que intentar poner un límite al error propio es lo menos que puedo hacer para contribuir a esta nuestra compleja sociedad. Pero busco una contribución de conciencia, una contribución que no sea parte de los problemas socioculturales y, por tanto, una que no ayude a perpetuarlos.
Entre los primeros pasos, claro, ha estado el tomar conciencia de quién soy como individuo dentro de una cultura particular y específica. Eso ha significado cuestionar mis opiniones más básicas sobre lo que he creído que es el conocimiento, la realidad, la verdad, la libertad, lo valioso, la conducta virtuosa, etc. Pues, al ser un producto de mi ambiente cultural, no estuvo presente el hábito para cuestionar a quien puso en mi mente dichas opiniones en primer lugar.
El recorrido ha afectado a cada uno de manera distinta pues, por supuesto, cada uno intenta ser un individuo pensante e independiente. En mi caso, una considerable cantidad de opiniones no han sobrevivido el examen crítico al que las he sometido; otras opiniones han requerido ajustes de no poca envergadura. No es una sorpresa que un enorme número de ellas pertenece al campo de la religión, y también al ámbito de la ciencia y de la propia filosofía. Y no es una sorpresa debido a, principalmente, mi propensión al error antes mencionada: en la mayoría de los casos he descubierto gigantescas malinterpretaciones de mi parte.
La educación no es ya el tema relevante, sino la reeducación —con énfasis en su rasgo autodidacto. Está claro que no pocos afirman estar ya educados por completo, o casi por completo, y que no necesitan ninguna educación adicional, ni mucho menos reeducación. Quizá, pero tan tajante afirmación es, precisamente, evidencia de que la necesitan.
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