Llegó a mi atención un artículo intitulado: “Economía perversa, sin valores.”
¿Sin valores? ¿Cómo podría ocurrir una economía sin valores?, ¿o una vida humana sin valores? Aún no he visto eso. Quizá el asunto es que quien acusa no ejerce el mismo sistema de valores que otra persona o grupo social, pero de que esa otra persona o sociedad ejerce algún sistema de valores es algo innegable. Podrán no ser los valores que al autor del artículo le cuadran, pero no por eso dejan de ser valores de algún tipo.
El tema me recuerda otra frasecita ingenua: “¡Aquí formamos en valores!” —No me cabe duda de eso, pero no podría ser de otra manera pues incluso para levantarse de la cama cada día se necesita ejercer algún sistema de valores. La misma frasecita implica un sistema de valores, uno donde la axiología no parece tener otro lugar que la inopia.
Si el relativismo cultural es falso o ilusorio entonces no todos los sistemas de valores son iguales ni todos tienen finalidades similares, sino que se hace ineludible la evaluación de cada teoría axiológica por su aportación a una posible objetividad —entendida como intersubjetividad— de lo valioso. Una objetividad donde las descuidadas nociones implícitas en “mis valores son mejores que los tuyos” resulten inválidas.
Por otro lado, si el relativismo cultural es real entonces lo será no como posición definitiva y acabada, sino como postura crítica ante los atropellos de lo que mañosamente se encubre detrás de discursos demagógicos rebosados de palabras como “libertad”, “democracia”, “paz”, “verdad” y que, en los hechos, sólo busca avanzar agendas de intereses privados.
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