Monday, March 16, 2015

Una “educación” cultural

La noticia del despido de Carmen Aristegui por parte de MVS, como un caso de las tradicionales y predecibles relaciones entre el poder y el pensamiento crítico, me recuerda una alusión que publiqué sobre cómo podría haber contestado Giordano Bruno ante una pregunta por su suerte.

Es cierto que Carmen Aristegui ha ejercido varias formas de pensamiento crítico. También es cierto que la publicidad de una corporación como MVS contiene afirmaciones sobre su propio ejercicio del pensamiento crítico.

¿Alguien tiene el monopolio del pensamiento crítico? Por supuesto, no. Lo cual implica que todo adulto debe saber a cabalidad qué es, para qué sirve, y cómo y cuándo tiene sentido aplicarlo como facultad básica del humano. Alguien podría etiquetar tal o cual perspectiva como “crítica”, con intenciones propagandísticas, pero siempre será necesaria la pregunta de si en realidad esa afirmación resulta cierta pues una cosa es el pensamiento crítico, como tal, y otra cosa distinta es el indolente disimulo del pensamiento crítico débil: ¿Qué es el sentido crítico débil?

La combinación de la inseguridad machista y el servil poder corporativo en México es una tradición cultural. Una tradición “educativa” represora de cualquier voz disidente: “para que aprendan a respetar a quien manda.”

Otro caso más: youtu.be/39W_8QNLFuM.

Friday, March 13, 2015

Crítica al elitismo intelectual

«¿Por qué no hablamos en un lenguaje donde nos entendamos, que nos enriquezca y no sólo sirva para beneficiar al que habla para nosotros?.

A mi parecer, quienes dan conferencias, participan en debates y otros espacios, lugares de comunicación oral, discusión, etc. Estos individuos, suelen hablar constantemente utilizando cultismos, soltando palabras técnicas, dándoselas de lo sabios, expertos que son al dominar una multitud de términos o conceptos abstractos (no son fáciles de definir, teóricos, como "libertad", "amor", "responsabilidad", "guerra", "paz", "tolerancia", etc), cada cuál más enrevesado (difícil). Para mí estas personas lo único que demuestran con su actitud, es una gran ignorancia, junto una completa falta de educación, de respeto por el auditorio. (los oyentes). Con una verborrea (palabrería, comunicación unidireccional-en una sola dirección), sin que ésta sea recibida de manera descodificada. Veámoslo con ejemplos:

1) Sería igual que si mantenemos una conversación por teléfono con alguien, pero hay poca cobertura, por lo que no podemos seguir la conversación. Una buena información transmitida, a mi modo de ver, lo que no significa que tenga que ser compartido el punto de vista mío, nos permitiría poder continuar hablando con la otra persona sin que hubiera problemas, ruidos de fondo o pitidos en el teléfono móvil o de casa, que impidan que nos llegue la información.

2) Otro ejemplo con la situación que planteo está en imaginar que se nos presenta un puzzle no resuelto, y que encima no haya posibilidad alguna de armarlo u ordenarlo, en nuestro cerebro, porque anteriormente no nos han explicado cómo hay que encajar las piezas.

Personalmente, creo que el comunicador, al menos debería molestarse, en permitir que las personas asistentes puedan ir montando el puzzle (siguiendo con el ejemplo anterior), a medida que van escuchando, comprendiendo lo que se dice.

El problema con los mencionados emisores (los que cuentan las cosas), es que por lo general participan de un monólogo, similares a los que observamos en el programa de televisión del club de la comedia, pero sin que haya público que se ría de los chistes, porque nadie ha entendido que se cuenta ¿Se lo imaginan? Lo abuchearíamos, protestaríamos sin parar.

Ellos (esta clase de oradores, lo único que hacen durante su aburrida exposición de ideas, es darse coba, peloteo, bombo como se suele decir, mostrando una actitud chulesca, propia de intelectuales que se creen superiores al resto, profesorcillos que dan aparentes lecciones de todo su inmenso conocimiento, pero sin que sepas de que diantres hablan, tal que si escuchásemos a alguien hablando en otra lengua que nos es completamente desconocida. Para colmo, ni se dignan a definir o aclarar bien las palabras que salen de sus bocas. Las personas con esta actitud, reflejan lo incapacitadas que están en realidad para contribuir y aportar algo a la sociedad, la gente.

Al final, el público acaba por perder el interés, con abundancia de bostezos y algún que otro ronquido, debido a una aburrida y larga charla, realizada para unos pocos privilegiados, elegidos que capten el sentido y significado de los puntos, argumentos que se han defendido. Es decir, saber de que va el rollazo que nos han largado.

A este tipo de comunicadores les respondo que:

Si nada más que se entienden ustedes mismos, si se olvidan que hay personas que no están al tanto (por los motivos que sean) del tema sobre el que debaten, explican o hablan. Si aparte, son incapaces de adaptar su lenguaje, para que los oyentes puedan coger alguna parte de su discurso oral (charla). Entonces, mejor váyanse a su casa a mirarse al espejo, y dialoguen con su amada imagen reflejada en él. Por lo menos el espejo no sentirá dolor de cabeza. (sic)» —Jorge Beautell Bento

Friday, March 6, 2015

La necedad

¿Qué es un necio? ¿Cómo detectar la necedad, propia o ajena? ¿Cuáles son sus rasgos principales?

Un rasgo es la ignorancia voluntaria; es decir, la elección de no estudiar aquello que se puede o se debe saber. Por ejemplo, si uso las calles en una ciudad entonces soy necio al ignorar reglas básicas para transitar por ese espacio público, como cuándo ceder el paso al peatón y cuándo no, o cómo funciona el derecho de paso. Otro ejemplo, si afirmo profesar alguna religión institucional entonces soy necio por jamás indagar su historia desde diversas perspectivas sino sólo aceptar acríticamente lo repetido por muchos. Un ejemplo más, si recibo dinero por algún trabajo entonces soy necio al hacer ese trabajo cada vez de una misma manera tradicional y sin investigar los aprendizajes de quienes hacen un trabajo similar.

Otro rasgo del necio es la imprudencia; es decir, el que carece de templanza, cautela, moderación, sensatez o buen juicio. En general, la imprudencia es la inconciencia de sí mismo y de los límites propios. Ejemplos: acelerar el automóvil ante la luz ámbar de un semáforo es necedad al asumir que ninguna persona o automóvil ha iniciado la marcha para cruzar; asumir que los relatos bíblicos son transcripciones literales de conversaciones reales ocurridas y pronunciadas de viva voz es necedad pues tal suposición rebasa por mucho los límites de lo que se puede decir de manera justificada acerca de ese tipo de textos antiguos; tomar decisiones en un proyecto de desarrollo de software con la sola base de gráficas de Gantt es necedad pues hay una pretensión desmedida en asumir que ese tipo de mapa representa con fidelidad el terreno de un proyecto complejo.

Lo necio, además, tiene por rasgo la obstinación en un determinado dictamen o creencia; es decir, tomar una mera opinión como irreductible, como si fuese impensable la posibilidad de ser persuadido por medio de razones y argumentos. Este rasgo consiste en un firme e irresistible apego a un juicio terminante, una especie de fijación mental sin la cual el autoconcepto pierde sentido y se derrumba. En ocasiones, este rasgo reside detrás de una cortina de humo llamada “convicciones profundas”, pero que tan sólo resulta ser una semilla de pensamiento tribal y de identidad sectaria: algo contingente o circunstancial; es decir, algo que bien puede ser diferente sin afectar lo esencial de una persona. Ejemplos: desechar todo escrúpulo sobre la supuesta superioridad social por ser dueño de un automóvil de súper lujo de marca Bentley o Rolls-Royce, o estar por completo persuadido de poseer la totalidad de la razón en alguna controversia sobre un supuesto mundo sobrenatural, o repetir una y otra vez un mismo proceso de desarrollo de software sin evaluar la calidad correlacionada simplemente porque “así trabajamos aquí”.

Monday, March 2, 2015

En el hipotético caso…

«En el hipotético caso de que algún día alcanzase el grado de filósofo, y que muy poc@s pueden realmente hacer gala de semejante categoría, a gran distancia queda, mucha experiencia hay que poseer, aprendizaje, diversas lecturas de las cosas que nos rodean.

En esa condicional situación que se me presenta aun bastante lejana, escribiría, redactaría obras con el propósito de que la gente me entendiese. Es decir, rompería con esa estúpida arrogante corriente de clásicos y actuales eruditos e intelectuales, que sueltan palabras inentendibles para el lector/a. Para colmo ni se dignan a definirlas, aclararlas, con el fin de que el público pueda comprenderlas. El conocimiento ha de ser accesible a cualquier persona, hay que llegar a la gente, conectar con los problemas, proponiendo mediante argumentos medidas que probablemente conduzcan a nuevas preguntas, aunque permitan que las personas, incluido el propio escritor caigan en la cuenta de la complejidad que entraña la misma existencia.

La dificultad de los diferentes fenómenos que ocurren en el mundo nos obliga a pensar, razonar, meditar acerca de la multitud de causas interrelacionadas por las que tienen lugar estos. Luego hemos de abandonar una absurda arrogancia que equivocadamente nos hemos investido (cubrido) la especie humana, la cual nos separa y aísla. En vez de esta conducta, deberíamos funcionar como una especie unida por el interés de la supervivencia de sí misma, junto a la preservación de su entorno, preocupada por cualquier vida que le rodea.

¿Qué es la vida sino un continuo flujo de ida y vuelta a empezar? ¿qué es la propia filosofía sino movimiento cíclico de preguntas que una vez contestadas provocan nuevos interrogantes?

Es cierto, hoy en día navegamos en la incertidumbre. No obstante, juntos podemos caminar hacia algún punto que favorezca nuestra preservación e impida la extinción. He ahí el sentido de la filosofía, concienciarnos de la complejidad con la que abordar el proceso vital, aportarnos herramientas útiles para la practica cotidiana, ahondar en los lenguajes y significados de las palabras con las que referimos a los objetos y sujetos, la relevancia de las emociones que intervienen en dicho lenguaje, los procesos cognitivos, cerebrales, subjetivos, personales, expresados en cada articulación, pronunciación de cualquier oración, influenciadas por el contexto particular donde hemos crecido, un ambiente donde hemos interiorizado unas creencias (puntos de vista, ideas, opiniones, enfoques, valores), asociación, relación de palabras que contiene un valor emotivo, las cuales a medida que crecemos cada vez se van volviendo más abstractas, pero sin perder por ello la emocionalidad que las recubre.

También es crucial (básico) mejorar como personas y como especie animal que somos. Cuidar de los demás, respetar la naturaleza que nos ha dado la oportunidad de vivir, así como al resto de sistemas vivos animales no humanos y plantas, producir conocimiento que además resulte crítico, siendo responsables de nuestras acciones, precavidos, pensando las posibles consecuencias... Considerar la importancia de la ética, moral, normas, valores de convivencia, que nos acerquen al vecino, a quienes se hallan en tierras lejanas, con otras concepciones del mundo, adquiriendo gracias al discurso filosófico comprensión, tolerancia, conmensurabilidad (unidad, elementos de encuentro, comunes), etc.

Todo eso y más representa la Filosofía. Me encantaría poder transmitirlo en los escritos y reflexiones. Aunque recalcó, queda muchísimo todavía. Quiero ser humilde. Reconozco que aun no estoy preparado ¿Quién sabe cuándo?... (sic)» —Jorge Beautell Bento