Sunday, August 2, 2020

Un padrino histórico del moderno pensar científico


En los párrafos a continuación se menciona una forma de judeocristianismo que imperó durante la Edad Media: la ortodoxia católica apostólica y romana. Esa es una entre muchas otras formas de judeocristianismo. Esa mención no debe interpretarse como una apología de tal forma de judeocristianismo, sino como parte de una glosa histórica que contrasta una opinión popular. También, ‘opinión popular’ debe entenderse como una opinión frecuente o común sin ningún sentido peyorativo. En otras palabras, el tema general de los párrafos a continuación no es hacer apología de ideología teológica alguna ni denigrar ninguna opinión popular, sino aportar a la reflexión histórico-crítica del pensar científico. No me interesa defender ninguna forma de judeocristianismo ni argumentar si es o no justificable preferir un judeocristianismo en particular sobre todos los demás en la enorme diversidad de judeocristianismos desde hace más de 20 siglos.

Por más que una opinión popular afirme que durante la Edad Media sólo hubo oscurantismo, y que la principal causa de tal condición fue la forma de judeocristianismo imperante en esa época —léase, la ortodoxia católica apostólica y romana—, y que la modernidad nació gracias exclusivamente a la luz que trajeron las ciencias y sus nuevos métodos para indagar el mundo natural, no es más que eso: una opinión popular.

Lo que tal opinión sesga es el hecho de que esa forma de judeocristianismo se convirtió no en el padre de la ciencia, pero sí en su padrino.

El poder de dicha ortodoxia fue tal que hubiese bastado tan sólo un poco más de determinación para aplastar y silenciar por completo y para siempre esas formas nuevas de pensar e indagar que dieron lugar a la ciencia moderna.

Algunos prelados del judeocristianismo católico jugaron un papel clave en ese desarrollo histórico. Al reconocer que, después de más de un milenio, el retorno de Jesucristo no sería inminente después de todo y que, por tanto, habría que desempacar las maletas del viaje hacia el mundo sobrenatural. No había otra que quedarse aquí, a fin de cuentas, e intentar conocer este mundo natural. Y por eso, y para eso, para conocer el mundo natural, es que las nuevas ciencias debían poder progresar.