Sunday, February 24, 2019

Dictadores desquiciados y peligrosos

Ahí están, son parte de nuestra realidad mundial, cercana o lejana: los ambientes socioculturales en donde ocurren absurdos excesos y vergonzosos disparates, tales como xenofobias, racismos, homofobias, chovinismos, malinchismos, nacionalismos, supremacismos y demás sectarismos basados en pulsiones fanáticas desordenadas. No me refiero a los ambientes socioculturales en donde imperan las carencias, sino a los ambientes en donde hay oportunidades, muchos recursos financieros y tecnológicos, y amplio acceso a numerosas opciones educativas.

Por lo cual se nota que no hace falta educación. Las sociedades han estado activamente educando, encausando, a su gente y ahí vemos los resultados de sus procesos educativos: están muy bien educados en alimentar esas pulsiones fanáticas desordenadas. Pero, mejor pensemos en lo que está en nuestras manos. Reservo para otro momento la reflexión de aquello que no está en nuestras manos.

¿Tenemos ya entre nosotros, sin saberlo, a crueles dictadores, adictos al culto de su personalidad? ¿Serían otro Stalin, u otro Mao, si tan sólo estuvieran en las mismas circunstancias, con el mismo poder político y los mismos fieles seguidores acríticos? ¿Cómo saber si uno de esos sátrapas ya se encuentra entre los más cercanos, tan cercano como aquella persona cuyo semblante aparece con frecuencia ante el espejo?

Si una persona fuese resultado de una ‘ecuación’, entonces ¿cuáles serían los factores principales de dicha fórmula? Algunos eruditos dicen que tales factores principales serían dos: la genética y la cultura local. Si existe tal ecuación, entonces se puede decir que la persona no sólo nace, sino que se hace. Es decir, es un producto de esa ecuación que incluye su herencia genética y su crianza sociocultural.

¿Cuáles proporciones históricamente han ocurrido en la fórmula cuyo resultado es la persona que soy en el presente? ¿Cuáles de esas proporciones tengo en mis manos modificar para alterar el resultado de la persona que podría ser en el futuro?

Aquí no mencionaré nada de genética, ni de epigenética, pues eso suele no estar en nuestras manos.

¿Cuál fórmula sociocultural debemos evitar para no “producir” otros dictadores desquiciados y peligrosos? ¿Cómo identificar los rasgos de esos dictadores potenciales ya bien formados, pero en estado latente, en espera de las circunstancias de poder político y social?

Indagar tales preguntas sirve no para analizar al prójimo y cuidarse de “ellos”, sino para la autocrítica que podría evitar el trágico devenir de terminar usando la misma ropa del opresor que tanto criticamos en otros.

Ya serán casi diez años que reflexionaba sobre Inquisidores modernos.